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Reducir la pobreza

Uno de estos días escribí una cita en mis redes sociales. La tomé del artículo “Estamos progresando y usted no lo sabe” de revistadelibros.com. Se trata de la siguiente: “Un hecho chocante es lo poco que en apariencia haría falta para resolver el problema de la pobreza en el mundo.

Bastaría, por ejemplo, con que cada adulto estadounidense transfiriera un dólar al día a los habitantes pobres del resto del mundo para que todos ellos rebasaran el umbral de la pobreza.

Si en esta cruzada contra la pobreza intervinieran otros países ricos, sería suficiente con que cada uno donase medio dólar diario, o incluso algo menos.

Esto parece que debería servir de reclamo estridente para que los países ricos ayudasen a los pobres a salir del hoyo.”

Después de una primera buena impresión, descubrí que la cita no me convencía.

Pensé entonces en ciertos programas paternalistas que intentan resolver la pobreza repartiendo dinero o bienes de primera necesidad.

Desafortunadamente, Honduras es un caso digno de estudio.

En los últimos años se invirtieron miles de millones de dólares en los programas sociales y curiosamente no estamos mejor en ninguno de los indicadores de desarrollo humano. Por supuesto, mi intención no es criticar. La solidaridad es importante y necesaria, sin embargo, algo no debe estar funcionando.

El post no pasó desapercibido. Carlos, buen amigo de Guatemala, escribió el comentario: “Con eso no resolvés el problema de la pobreza, solo alivias temporalmente una necesidad”. Respondí de esta manera: “Tienes razón. Al final solo se resuelve con educación, oportunidades y libertad para que cada uno sea artífice de su propio desarrollo”. Carlos añadió: “Así es. La pobreza va más allá, mucho más, de lo material”.

Miriam, también añadió un comentario: “Mi querido Juan Carlos, la pobreza va a donde los gobernantes quieran llevarnos. De qué sirven títulos de doctores, abogados, maestros, etc. si nosotros como pueblo no hacemos nada. Nuestro país Honduras es pobre hasta donde el gobernante quiera, así de simple”.

Al final, descubrí la razón de mi inconformidad con la cita inicial. Centrar el propio desarrollo en la generosidad ajena es siempre una vía fácil de enunciar, pero representa un callejón sin salida. Vivir de la limosna nos hace más dependientes. Me parece más correcto plantear la solución en términos de la propia responsabilidad.

El auténtico desarrollo no es asunto de disponer o no de ciertos medios económicos. Es un proceso que requiere el crecimiento y la colaboración de cada ciudadano de acuerdo a sus propias capacidades.

No existe solución fácil. Hace falta plantearse hacer nuestros deberes lo mejor que podamos; el trabajo y el estudio hechos con esfuerzo, con amor y competencia.