Columnistas

Recogelatas y el medio ambiente

En Honduras se tendría que vivir en una burbuja para no tener presente la imagen de una persona con la ropa sucia y casi andrajosa revisando la basura para ver qué se encuentra, recogerlo, juntarlo con más “basura”, venderlo y contribuir de esa manera al reciclaje. Es casi parte de nuestro folclor (a veces triste). Inicialmente lo más llamativo es que una acción tan ambientalista, tan moderna y de tanto prestigio en las redes sociales sea ejecutada en Honduras por personas vistas como marginales. Estas personas, en algunos casos hasta de la tercera edad, se ven orilladas a esta insalubre actividad económica por el hambre y el frío. Sin embargo, la labor que realizan por el medio ambiente es admirable, aunque, como repito, a ellos lo más probable es que les importe muy poco.

Tan notable es esta despreciada labor realizada por alrededor de 400,000 personas en América Latina que hasta les ayudan a los alcaldes a que cuando llueva haya menos latas y menos plástico en las cunetas y en los tragantes. Dado lo peligrosa que es la lluvia por aquí, puede que hayan salvado más de alguna vida. Quizá al coste de la propia, porque está de más decir que esta es una labor de preocupación para las autoridades sanitarias. En algunos sitios podemos encontrar botes de varios colores para separar la basura, pero no se ha convertido en una costumbre y mucho menos en un rasgo de cultura entre nuestros ciudadanos. Es decir que están de adorno. Generalmente depositamos todos los desechos sin distinción de ningún tipo. Y en algunos casos, tristemente, ni siquiera se depositan sino que se dejan en la calle. De esto último no tengo ningún comentario, porque creo que es demasiado obvia y generalizada mi opinión al respecto.

Diría que en cuanto a la cultura del manejo de desechos en el sector residencial nos estamos quedando atrás. Hace menos de un año, este mismo medio publicó la noticia de que en Tegucigalpa se recicla solo el 7% de los desechos. Una cantidad ridícula considerando las toneladas de basura que se producen en la ciudad.

En el área industrial, según un informe del Centro Nacional de Producción más Limpia de Honduras, se destaca que el 97% de las empresas cree que se puede sacar algún rédito de sus desechos de plástico, papel o tela. Sin embargo, más de la mitad no conocen empresas que pueda usar los residuos en sus procesos de producción o comercialización. Es decir, aunque existe ya una visión de cambio en cuanto al tratamiento de residuos, faltan oportunidades. Manejar mejor los desechos es posible. Hay casos de relativo éxito como los de Cuenca en el Ecuador y Santiago de Surco. En el buen manejo de la basura no hay desperdicio (nunca mejor dicho) porque -como lo han visto estas humildes personas- este hecho tiene un enorme potencial económico, social y ambiental. Es cierto que los países industrializados son los que más contaminan y, por lo tanto, es de quienes se espera un mayor compromiso en las acciones a favor de nuestro planeta. Pero los países en vías de desarrollo no se pueden quedar atrás en estos procesos, ya que no por ser menos industrializados no somos parte del problema. Y claro, en esto es necesario involucrar a todos los actores sociales posibles: cívicos, comerciales, académicos, religiosos y comunicativos.

El mundo, o bien social, o bien cívico, o bien divino, o bien familiar, es de todos y es uno solo.