La economía es una ciencia de contradicciones, puede arreglar cualquier distorsión económica, pero seguramente ocasionará otras, cuando no se tiene la respuesta adecuada para minimizar efectos nocivos de cualquier desequilibrio. Por eso es que esta disciplina es una ciencia ideográfica que trata y se expone a situaciones cambiantes, reflejo de la complejidad y la incertidumbre.
Quién puede desconocer que la nueva política comercial y migratoria de la Casa Blanca es causa de incertidumbre para los inversionistas y gobiernos de cualquier punto del planeta.
Esto, sin duda, da lugar a reorientar la política económica que se impulsa, y puede modificar las metas e indicadores económicos proyectados, que definen el comportamiento y evolución de la economía nacional e internacional.
Honduras tiene nexos fuertes con Estados Unidos, hacia esta nación se dirigen la mayor parte de nuestras exportaciones, que superan los mil quinientos millones de dólares, en tanto que las importaciones provenientes del país del norte están por encima de los tres mil millones de dólares.
Datos que reflejan un gran déficit comercial respecto a Estados Unidos.
Como la balanza comercial es uno de los principales componentes de la balanza de pagos, no es de extrañar que esta muestre un déficit crónico. Este desequilibrio es motivo suficiente para repensar nuestra política comercial con miras a la diversificación de mercados, para no depender solo de uno o de tres socios comerciales.
Esta situación, como expresión del déficit en la diversificación de mercados, fue lo que más incidió en la economía nacional cuando se desencadenó la gran crisis financiera de 2008 que inició en la principal economía de Occidente.
Para Honduras hubiera sido más crítico si no fuera porque nos favoreció el alza de los precios internacionales del café, uno de los principales rubros de exportación que tenemos los hondureños, con la ventaja de ser el mejor distribuido entre la familia hondureña. Son más de 120 mil familias que viven y dependen de este cultivo.
También favoreció al país la caída de los precios del petróleo, del cual dependemos mucho para el funcionamiento y acrecentamiento de la economía; sin embargo, no se supo aprovechar la mejoría de los términos de intercambio.
Si en ese entonces con un quintal de café podíamos pagar cuatro barriles de petróleo, hoy poco a poco se ha ido revertiendo esta realidad económica reduciéndose la adquisición del crudo por cada quintal de café que producimos y comercializamos, con el agravante de que el petróleo muestra una tendencia alcista en su precio.
Hay que aprender de las lecciones del pasado, no se puede estar improvisando.
La economía no es solo normativa en la que fijamos metas sobre la base de lo que creemos que puede ser, tomando como punto de referencia el juicio de valor que tiene el planificador. Hay que enfocarse en la realidad de los hechos, sobre la base de lo que es y acontece en el país y en el entorno.
Pasar de lo normativo a lo positivo. Es cierto que se trabaja con supuestos, pero esto no quita basarse en la relación causa-efecto.
Nadie ignora los efectos de la nueva política migratoria de EE UU, tampoco se desconoce el efecto negativo a la inversión que causa la inseguridad ciudadana, o lo que puede pasar con el incremento continuo de los precios del petróleo.
La irracionalidad económica socava las bases del uso y orientación de los recursos disponibles. El efecto en cadena de una variable económica sobre otra debe fundarse en la racionalidad que conduce al progreso y bienestar, en oposición a la irracionalidad que solo genera pobreza.
Decisión política y voluntad nacional es el reto y la respuesta.