Hace 517 años que Cristóbal Colón sentó pies en esta tierra caribeña, abriendo las páginas de un libro en el que se han registrado algunos eventos históricos gloriosos (pocos), pero muchos otros dolorosos.
La mayoría de los eventos que se produjeron al final del milenio pasado nos heredaron un país riquísimo, pero empobrecido por pésimas conducciones administrativas; un país bello por toda la magnificencia de su naturaleza, pero deteriorado hasta la saciedad por los apetitos voraces de los explotadores, insaciables e irresponsables de las riquezas nacionales. En los 1800 y 1900 las autoridades hondureñas otorgaron irracionales contratas de maderas preciosas a intereses europeos, norteamericanos y oligarcas regionales. Los beneficios del país fueron miserables mendrugos que se quedaron, en gran parte, en los bolsillos de los gobernantes de turno. ¿Pero aprendimos?
Faltan apenas dos años para que Honduras celebre dos centenarios de vida, dizque independiente, 200 años en que no hemos podido disfrutar de un respiro, en este largo viacrucis de agobiante pobreza, atraso, frustración y estancamiento eterno provocado por el sucesivo ascenso al poder de gobierno, casi todos, muy escasos, de mentalidad creativa progresista (con las honrosas excepciones), la mayoría de ellos, incapaces, truculentos, mañosos, y desamorados por la patria o insaciablemente corruptos; otros que han saqueado sin piedad o han permitido el latrocinio, sin lastima, de los escuálidos bolsillos de esta patria irredenta.
Son muy pocos los personajes políticos que se salvan de caer en estas categorías pero, como todos los funcionarios, su éxito se mide por los resultados y no por los esfuerzos. Estos pocos buenos caen irremediablemente en las listas de los que no hicieron nada.
Apenas faltan tres meses (¡increíble!) para que se cumpla medio siglo, cincuenta años, del penoso incidente bélico de la guerra del 69, hecho cruel para ambos países; acontecimiento en el que la valentía, el arrojo y verdadero patriotismo de los hondureños se vio históricamente, empañado por la corrupción.
Posteriormente, vino el destructor fenómeno del Mitch, que rompió la columna vertebral de nuestra producción agrícola, destruyendo no solo cosechas sino las mismas tierras ribereñas de producción.
A casi año y medio del zarpazo mas reprochable, la puñalada más trapera, infringida, a nuestra Constitución de la República, nos aprestamos a sufrir un nuevo circo político, donde ya empiezan a aparecer los “estadistas de barro” prometiendo “el país de las maravillas”, y nos preguntamos: “¿Habremos aprendido a escoger?”