Columnistas

Lunes errático

Residí quince años en Tegucigalpa pero decidí marcharme por lo insoportable de su contaminada atmósfera, donde cualquier comentario, exposición y crítica eran vistos como nacidos de miserables intereses personales. Partí buscando independencia de pensamiento, libre de prejuicios y compromisos.

Cierta vez, durante el gobierno del general Melgar, me llamó su poderoso secretario privado para saber de mis proyectos culturales. Identifiqué veloz que esa era una entrevista de reclutamiento y me comporté como bobo, inhábil y oscuro en la filiación política, a tal grado que apenas dejé el despacho me descartó como funcionario público, gracias a dios.Luego comprendí que así es el ambiente de las capitales políticas, donde se espera que acabe la miel del gobernante nuevo para asaetearlo.

En pocos casos esto ocurre por loables deseos de mejorar la administración social, pero en su mayoría lo que se vierte son insultos, acusaciones falsas, exageraciones y mucho rencor, que es cuanto ahora acontece contra el mandato de Libre.

Por veces son voces resentidas porque no se les integró al gabinete, se les cortó el jugoso presupuesto anterior; y se pasa a deturpar, difamar y asumir posiciones críticas o de vanidad.Hubo hace décadas cierto personaje que de alba a mediodía llamaba a los noticieros para expresar su opinión sobre cualquier tema que trataran, tal su ansia de significación.

“Don Todo” lo bautizaron y oí de viva voz decir a un director de medios que lo dejaba por horas colgado al teléfono a ver si se hastiaba de esperar. Era fanático espontáneo, como llama el arte taurino a quien se lanza al ruedo con loca expectativa de sucumbir o triunfar, no importa si perece en desangres de ridiculez.En tales actitudes sobresale la conducta del miedo, que es el rezumo colectivo del pensamiento conservador.

Se asusta de todo y teme a todo, por grave o superficial que sea la conducta de la “enemiga” presidenta (en la presente condición histórica) ya que se llega incluso a denostar su vestimenta, timbre del discurso, presencia de la prole pues -implican- ello aleja la inversión extranjera, nos enemista con el amigo del norte, reduce préstamos y la Cuenta del Milenio, echa todo a perder, como si en el deterioro a que se llevó a este país en la pasada década hubiera algo que perder. Agregado al aporte de ignorancia y superstición que suma algún “profeta”, apto para vaticinar una perdición que no es la suya.Cuando dejé la capital -a la que dedico hermosas páginas en mis novelas- sobraba envidia en el andamiaje cultural.

El poeta de izquierda volcaba pestes contra la línea ideológica tranquila (Rivas y Bulnes); los pintores se boicoteaban las exposiciones y donde asistía aquel no iba el opuesto; gordos y flacos se chismeaban con la policía, dándose a su vez un raro fenómeno gubernativo: otorgaron la autonomía universitaria, crearon la Escuela Superior del Profesorado, idearon el primer Ministerio de Cultura y la primera compañía de teatro nacional y la primera sinfónica los militares, no los civiles.Contradicción profusa que me hizo volver a la costa, donde yazgo bajo el almendro y junto al volcán comunitario, no en el paraíso pero en su downtown, cantando de madrugada baladas al herido pájaro y a Morazán.