La gran novela de Margarit Mitchel, “Lo que el viento se llevó” (Gone with the Wind) relata el fin de las grandes haciendas del sur de Estados Unidos con sus miles de esclavos.
En ese tiempo, el norte y el sur de ese país estaban profundamente divididos. La proclama de Lincoln aboliendo la esclavitud provocó el estallido de una guerra civil.
Tardó muchas décadas para sanar las heridas que dejó la guerra y reconstruir el sentido de unidad en ese país.
El covid-19 igualmente está arrasando con una forma de vivir y por medio de la tragedia está obligando a la gente a cambiar su modo individualista de vida hacia una manera más solidaria en busca el bien común.
La biología enseña que solo las especies que se adaptan a un ambiente cambiante
sobreviven.
El impacto de un enorme meteorito en el golfo de México hace 66 millones de años provocó un descenso de la temperatura y la muerte de los grandes dinosaurios, para dar lugar a especies más pequeñas y eventualmente los humanos, capaces de sobrevivir.
El mismo fenómeno se da en las sociedades.
Los países y las etnias incapaces de adaptarse a los cambios están condenados a morir. Así terminó el Imperio Británico y así terminó la Colonia Española.
Ya lo había dicho el filósofo griego Heráclito: “Lo único estable es el cambio”.
En estos días dichos cambios se aceleran debido a los desarrollos tecnológicos.
Para citar ejemplos, los teléfonos celulares, los cuales definitivamente han cambiado nuestro modo de vida, y las computadoras que ponen el conocimiento al alcance de la gente.
En Honduras se lamenta la muerte de médicos, enfermeras, alcaldes, pastores y líderes apreciados y queridos en la comunidad que perdieron la vida por el covid-19.
Un nuevo liderazgo está surgiendo, de gente joven, futurista, con mira hacia la reconstrucción nacional. Se han dejado a un lado las ideologías, al grado que podemos comprar las vacunas rusas Sputnik V.
La palabra clave es la reconstrucción, crear nuevas fuentes de trabajo, apoyar a los jóvenes emprendedores y, en general, promover el desarrollo del país. Los bancos, tanto nacionales como internacionales, parecen dispuestos a apoyar dichos
esfuerzos.
Se ve que los nuevos candidatos a elección popular son gente joven y rodeada de jóvenes, la generación del nuevo milenio, que piensa en un nuevo mundo, con justicia
para todos.
Ojalá no se dejen influenciar por la vieja guardia, corrupta, que solo aspira a engrosar sus cuentas bancarias.
A esos es mejor que se los lleve el viento.