Cuando buscamos una respuesta para salir del brutal atraso económico y social no hay secreto: la teoría económica señala contundente el binomio desarrollo-estabilidad. Pero esta verdad se convierte en una burla grotesca y un espejismo cruel cuando revisamos la campaña política insultante y banal.
Aunque el subdesarrollo y el sentido común exigen estadistas, Honduras exhibe una clase política con obscena claridad de que sus prioridades van en contra del progreso nacional y en línea con una parte empresarial insensible y corrupta.
La indispensable estabilidad que nos urge -macroeconómica, jurídica y social- la torpedean sistemáticamente muchos aspirantes a diferentes cargos. Los debates fueron reemplazados por el intercambio soez de insultos, la descalificación personal y la excavación en la basura de los escándalos ajenos.
Ni de broma existe la contienda de ideas, sólo el miserable griterío de injurias y el negociado de impunidad. La confrontación no es ideológica, es una lucha desesperada y despiadada por el control del gobierno y sus recursos, el codiciado botín para garantizar riqueza personal y blindaje judicial, tanto de los propios políticos como de sus compinches.
Es ilusorio pensar que habrá estabilidad en un pantano de acusaciones de narcotráfico, corrupción y vínculos con estructuras criminales. Es atrevido creer que una inversión extranjera seria se arriesgaría en un país donde los mismos candidatos se señalan entre sí como depredadores del erario nacional.
Sobra decir que la campaña electoral hondureña es una contradicción con el Estado de derecho. Es un espectáculo teatral, una tragicomedia que pretende celebrar la ilegalidad y normaliza la cleptocracia. Todo se reduce a eslóganes vacíos en sus costosas vallas publicitarias y en su abrumadora propaganda en redes sociales y algunos medios.
Algunos de estos grupos políticos no están interesados en construir el “suelo firme” del que habla la teoría económica. Para ciertos de ellos que ya estuvieron en el poder, su plan es el de perpetuar un sistema de saqueo. Algunos supuestos líderes de sociedad civil, empresarios, abogados, periodistas, pastores, sacerdotes y otros personajes de la fauna nacional los aúpan para volver juntos al despilfarro y la impunidad.
Ni siquiera necesitamos decir sus nombres, en un país tan pequeño todos nos conocemos; sabemos de sus ambiciones, su codicia, su revanchismo y hasta de sus patologías emocionales. También conocemos a sus canallescos cómplices porque ya estuvieron antes y son los mismos.
Todo este altísimo nivel de confrontación no tiene que ver con el futuro de Honduras, está pensado para controlar sus recursos que inexplicablemente no los han podido agotar todavía. Tienen el respaldo de una implacable maquinaria, por eso han podido incidir en cierta parte de la población, pero algunos todavía tienen la esperanza de que las cosas cambien.