Todo está preparado, el proceso casi ha terminado, lo que falta es la creación de las bases físicas de ubicación de las urnas y las papeletas de elección de los candidatos como alcaldes, diputados y presidente de la República, para lo cual en estos últimos días se ha hecho un despliegue de todas las instituciones que tienen que ver con el tema, para luego conocer los resultados finales de un proceso que para muchos ha sido tedioso y costoso.
Hay quienes piensan que si la dirigencia política se moviera con el entusiasmo y energía con que lo hace en los procesos electorales en temas que tienen que ver con el desarrollo económico y social de la nación, los problemas que tenemos en Honduras ya hubiesen desaparecido. Las elecciones tienen esa magia encantadora que mueve pasiones insospechables en los seres humanos; pasión que genera la ambición por la captura del poder.
Los analistas de la historia hondureña han coincidido en que el mal de la nación ha estado en el llamado bipartidismo. Desde finales del siglo XIX los partidos políticos Liberal y Nacional habían mantenido el monopolio de todos los procesos electorales en Honduras. Formalmente el bipartidismo se rompió, pero los vicios del pasado sobreviven en la conciencia de los nuevos partidos.
Al bipartidismo se le unieron los golpes de Estado, esto fue una vez que los intereses económicos se movían en un modelo de exportación diferente al instaurado con las compañías bananeras.
Con el golpe de Estado en 1956, los militares se convertían en una fuerza de la cual la nación no se desprendería por mucho tiempo, con esto se introducía un nuevo factor político en la toma de decisiones en asuntos que en un Estado moderno corresponde a los políticos.
Los propios militares, cuando dieron el golpe de Estado en 1972 al Dr. Ramón Ernesto Cruz, un gobierno surgido de acuerdos políticos, no vacilaron en calificar a estos partidos como “cascarones vacíos”, quitándoles una serie de privilegios que estos tenían como la cuota partidaria que se deducía desde las oficinas gubernamentales y otros privilegios clientelares en la administración pública.
Llama la atención que en el actual proceso electoral todos los partidos en contienda no han hecho acopio de la historia del sistema institucional en el cual se formó la nación a partir del gobierno de Marco Aurelio Soto en la segunda mitad del siglo XIX, sistema que culmina con la formación de los partidos políticos de más larga duración, esto es Partido Liberal y Partido Nacional.
Ningún político quiere asumir la responsabilidad de un pasado lleno de entreguismo y gobiernos dictatoriales y anárquicos.
Ocultando el pasado, llenan de carga ideológica un periodo relativamente corto iniciado con los cambios ocurridos a partir del 2009, primero con el disparate de una consulta popular que se ha dado en llamar cuarta urna, misma que sus promotores se han encargado de aclarar que no tendría efectos vinculantes y luego, como para enmendar el infantilismo de izquierda, un golpe de Estado que al final resultó siendo peor que la enfermedad que buscaba aliviar.