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Si la institucionalidad no funciona como dicta la ley, y esperamos, es por la desvalorización de esa institucionalidad, no perdida, que ahí está. ¿Por qué insistir en esa sandez de repetir que somos un país corrupto, que somos un narcoestado?

¡No lo somos! ¡No lo somos! Los corruptos y los narcos han sido individuos, no nuestro país. La mayoría de la población es honrada y sus actividades las enmarcan en la moralidad. La percepción errada y afianzada en el imaginario popular debe erradicarse.

Interesados en el poder, encontraron gran filón para accederlo, la peor forma de hacer política: insultar, calumniar, difamar, exacerbar el miedo, difundir el odio, para una vez alcanzado, ir solo a malversar los caudales públicos. Pero tampoco fueron todos.

Hay gente decente, como siempre, la mayoría. No están todos los que son ni son todos los que están. Y la ciudadanía se olvidó del discernimiento que nos dio Dios para creer todo lo que gritan. Somos una gran nación. Hubo tiempos en que exportamos cancilleres y presidentes. Ahora seguimos exportando talento.

Y el dolor de tanto migrante. La política es servicio tan noble como otros. Si hay políticos que tuercen la ley, que roban del erario, no significa que todos lo sean. Pero tampoco, ni unos ni otros deben dar lugar a esa percepción: unos actuando correctamente y otros no pecando por omisión con su silencio y falta de beligerancia.

El pretender destituir a la ómbudsman hondureña es un atentado en sí mismo. No vayan a equivocarse, perfeccionarían daño enorme al Estado de derecho que dicen reconstruir. La abogada Blanca Izaguirre ha desempeñado su cargo con eficiencia, valentía y dignidad.

Los atributos requeridos para su desempeño, los que exigimos sean reconocidos y respetados. Es irrelevante cual sea su partido político. Efectividad en el servicio público es lo que anhelamos y honradez en el manejo de los dineros públicos. Tal lo que hace la defensora de los derechos humanos de Honduras, abogada Izaguirre.