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Ecos de los dolorosos tiroteos en EE UU

Para todos los papás es un alivio que su hijo esté en la escuela, por la magia del conocimiento de las ciencias y las artes; el aprendizaje de la convivencia, la socialización, los principios de la amistad; y sobre todo, porque el aula parece un lugar seguro; por eso el atacante de Texas -que mató a 19 niños y dos maestras- produjo la inevitable repulsión con un “qué maldito”.

Las imágenes son desoladoras: familiares de la víctimas, destrozados; vecinos, conmocionados; periodistas que se quebraron al informar; policías, todavía incrédulos. Escenas que, no por repetidas -con la cantidad de tiroteos que suceden en los Estados Unidos- dejan de ser impactantes.

Esta vez la muerte llegó con su brutal puntualidad a una escuela; pero en los últimos tiempos rencorosos, dejó su estela de dolor arrasando en centros comerciales, iglesias, campos deportivos, restaurantes, supermercados. Miles de inocentes muertos a tiros.

Y como siempre que sale un desquiciado disparándole a todos, resurge el viejo debate sobre la violencia armada y la tenencia de pistolas, fusiles, escopetas y hasta ametralladoras en manos de civiles; otra vez los políticos estadounidenses se dividirán entre los que están a favor y en contra del desarme... y no pasará nada.

En Estados Unidos hay más armas que personas -120 por cada 100 habitantes-, el mayor número mundial; le sigue de lejos Yemen, con 52, donde, además de estar en guerra, es un signo de masculinidad llevar arma. Sorprende la civilizada Finlandia con 28, pero nunca pasa; o la neutral Suiza, con 27, que desde hace 21 años no tiene un episodio de tiros.

Luego de esta tragedia, más allá de la comparecencia pública, en salones apartados, en cuartos de guerra, se discutirá sobre la imagen de los Estados Unidos ante el mundo, su afán incontenible en querer parecer ejemplo, su actitud irrefrenable del “destino manifiesto” que los hace creerse policías universales; y estos sorpresivos criminales los dejan mal parados.Se sabe que cuando la casa del vecino se quema, la tuya está en peligro.

Esas múltiples, reiteradas y dolorosas matanzas tienen mucho que ver con la facilidad de conseguir armas, de comprarlas en el súper, de pedirlas por internet, de encargarlas como quien pide una pizza.Como todo negocio, las armas buscan las fronteras: cruzan a México y se enredan entre el crimen organizado, y dejan espantosas cifras letales; bajan a Guatemala; y a unos pasos, Honduras.

El gobierno mexicano ya demandó a 11 fabricantes estadounidenses por prácticas negligentes.Los defensores de estar pertrechados se arropan en la Segunda Enmienda: que los ciudadanos deben estar armados por si surge un gobierno tiránico o una amenaza exterior; ninguna cosa ha pasado. Solo perturbados que descargaron sus furiosas balas contra niños o grupos raciales. Y todo seguirá igual: el fabuloso negocio de las armas y las insufribles muertes, aquí y allá.