Columnistas

Corte y confección

Los modistos y sastres de la última moda del Congreso Nacional se aprestan a diseñar la Corte Suprema de Justicia (CSJ) a la medida de ellos, de manera espléndida y con una talla perfecta para que no se arruguen los pliegues políticos por los cuales fueron electos. Así funciona el Congreso estilo Honduras, más allá de la legalidad y los actos de moralidad que, se supone, deberían existir en una democracia que se quiere reparar, después del saqueo de una feroz dictadura, donde el Congreso era el motor de los negocios del maestro del engaño, aquel que canta y baila en Nueva York.

Ese maestro del engaño dejó sus pupilos vestidos de azul y de rojo, ya que la semana pasada demostraron las artes oscuras en medio de un “apagón” que desbarató el sistema de cómputo por el cual votarían los diputados en la sesión programada para ese viernes, con el objetivo de aprobar la nueva Ley Especial de Organización y Funcionamiento de la Junta Nominadora para la Proposición de Candidatos a Magistrados de la CSJ.

“No hay negociaciones, aquí lo que hay son cabildeos entre las fuerzas políticas”, dijo el mismísimo presidente del Congreso. Esto es una mala metáfora, porque cabildeos en este país no son más que misas negras entre dueños del poder, para pasarse la ley por el patio de la democracia. Mientras tanto, los miembros de casi todas las bancadas se quejaron por el impasse generado por el “apagón” y reprocharon la falta de puntualidad, porque a estas criaturas del delito les preocupa más el tiempo perdido, porque son negocios los que pierden, a ellos no les importa la transparencia de la nueva elección de CSJ, sino la luz, que de alguna forma sirve para ver las ganancias de un sistema gangrenado por el poder, que pone sus piezas en la nueva Corte. A todo esto, a la “transparente” junta directiva se le apagaron las luces del entendimiento, cuando el Departamento de Estado de EE UU emitió la lista Engel, haciéndole los “honores” a dos vicepresidentes del Congreso de la República y dejando claro que aún hay más visas por quitar a quienes se atrevan a jugar con el fuego de la justicia, que tiene quemada todas las leyes en la lucha contra la corrupción.

Ya no hay tiempo para arengas, discursos y palmaditas en el hombro para bendecir a sus lacayos; es el momento de elegir una CSJ que camine firme hacia el fortalecimiento y que coadyuve a la institucionalidad de la Corte con total independencia, porque el Poder Judicial es una condición indispensable para la existencia de un Estado democrático y constitucional de derecho. Solo cuando existe independencia judicial, los jueces pueden ejercer el control de constitucionalidad y legalidad sobre los actos de gobierno, que es su función más importante en una democracia constitucional. La independencia es un elemento esencial para que los jueces resistan a la corrupción política y económica, por eso es vital contar con miembros idóneos, independientes e imparciales que aseguren las garantías del debido proceso. Aquí recae la importancia de hacer procesos de selección y nombramiento limpios y transparentes. Y no solo eso, también se necesita una nueva facultad constitucional de la CSJ.

Ojalá entiendan estos Magna Cum Laude del populismo jurídico -graduados en el Congreso- que la impartición de justicia enfrenta grandes retos, reformas con y para el Poder Judicial, mismos que van encaminados a construir un proyecto de transformaciones constitucionales y legales a fin de fortalecer la división de poderes, la independencia judicial y, al final del camino, mejorar la justicia, que eso es que le importa a la gente en este país harta de desigualdades, para que los más pobres puedan ser escuchados y que sus reclamos sean atendidos, ya que hasta hoy esto ha impedido el establecimiento de un verdadero gobierno de leyes.