Columnistas

A mis amigos políticos

Hace unos días mencionaba a una candidata a diputada que Aristóteles recomendaba a los políticos rodearse de amigos verdaderos. Nadie que emprende un viaje a lo desconocido suele ir solo. Proponerse para un cargo de elección popular entraña algunas dificultades que requieren ayuda para mantener la ilusión y no sucumbir al cansancio debido a trabajar desinteresadamente en el bien común. Completo con estas líneas esa recomendación inicial.

No olvides que pasarás a estar como en una vitrina. Quedarán entonces en evidencia tus virtudes o la carencia de ellas. Nadie es perfecto y hace falta un gran deseo de hacer el bien y mucha humildad para que el mal procurado por otros no empañen la claridad de tu conciencia. Responder bien por mal, tender la mano amablemente a todos, brindar tu amistad sincera, sobre todo a los que piensan distinto, será el único escudo que te mantendrá en el rumbo correcto.

Ninguno cambió la dirección de un trasatlántico él solo. Necesitarás la ayuda de muchos que algunos llaman “enemigos políticos” para construir consensos y establecer acuerdos. Para esto, tendrás que tener claro cuál es la esencia indeclinable de tus principios y así saber en qué puedes ceder y en qué no. Existen muchas cosas que parecen esenciales y sin embargo pueden dejarse de lado en aras de construir puentes y forjar amistades de todos los colores, bandos y posturas. Tu mirada amable y comprensiva sabrá descubrir a muchas personas honestas que tienen formas y experiencias diferentes, todas válidas y respetables. Los prejuicios solo se vienen abajo cuando se dedica tiempo a mirar a la cara y a conversar con todos.

Hans Kelsen proponía a Poncio Pilato como ejemplo de prudencia democrática. Te menciono este personaje histórico porque encontrarás a muchos políticos parecidos. Es interesante leer en los Evangelios la forma de operar de este “lider” que buscando la popularidad a toda costa, sacrificó sin escrúpulos al que es el bien y la verdad. La opinión de las mayorías no siempre sabe acertar con lo que es correcto, justo y honesto.

En cambio, si quieres ser de esos que son capaces de infundir ilusión por un ideal, que generan confianza en una sociedad mejor te recomiendo que renueves el compromiso serio de decir siempre la verdad. Vaclav Havel, primer presidente democrático de Checoslovaquia después del comunismo, dijo lo siguiente en su discurso de toma de posesión: “Mis queridos ciudadanos: Durante cuarenta años oísteis de mis predecesores en este día diferentes variaciones del mismo tema: cómo floreció nuestro país, cuántos millones de acero produjimos, qué felices éramos todos, cómo confiábamos en nuestro gobierno y qué brillantes perspectivas se abrían ante nosotros.

Supongo que no me habéis propuesto para este cargo para que yo os mienta también. Nuestro país no está floreciendo. El enorme potencial creativo y espiritual de nuestras naciones no se usa sensatamente…”

“Pero todo esto no es el principal problema. Lo peor es que vivimos en un ambiente moral contaminado. Nos sentimos moralmente enfermos porque nos hemos acostumbrado a decir algo diferente a lo que pensamos. Aprendimos a no creer en nada, a ignorarnos, a preocuparnos solamente por nosotros”.

Solo faltaría añadir que es necesario pensar en los demás, ayudar a los más necesitados, ser generoso con todos. Es verdad que el camino es cuesta arriba, pero tu ejemplo es sumamente importante para transformar la sociedad.