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Santa Claus en apuros

Los efectos adversos provocados por la pandemia (covid-19) siguen su curso preocupante. A la fecha se registran alrededor de 5.0 millones de personas que han perdido la vida por esa causa, cifra que representa cerca del 2.0% de los 237.6 millones de contagios en el mundo. Esa trágica realidad sanitaria encuentra a su hermana gemela en los gigantescos desafíos que afronta la economía global que no logra estabilizarse y, por lo tanto, volver a la normalidad de los años previos a 2019, inclusive. Debido a las restricciones de la crisis sanitaria, pero también por el cambio climático que se suma a la tragedia, el flujo del comercio internacional se encuentra en uno de sus peores momentos. Las cadenas de suministros funcionan tal cual una película de terror en cámara lenta mientras la demanda mundial de productos de primera necesidad, y de toda índole, se mueve con un nivel de urgencia nunca antes visto sin que para su plena satisfacción haya claridad en el horizonte inmediato. Aparte que la amenaza es por un probable desabasto, del que no habrá manera de calcular su duración en el tiempo, esa ralentización en los procesos logísticos también incorpora altos costos adicionales que, es casi seguro, habrá de impactar negativamente las proyecciones macroeconómicas más temprano que tarde. El que los principales puertos de China Continental, Europa y Estados Unidos se muestren colapsados ante esa asimetría de temporalidades, que es la causa por la que las fuerzas de oferta y demanda no encuentren un punto de equilibrio más estable, solo representa una más de entre las innumerables dificultades que el comercio mundial tiene en la actualidad para recuperarse del tremendo golpe sufrido como consecuencia del cierre y vuelta a la acción, igualmente impetuosos, que provocó la presente crisis sanitaria. Aún está en el debate de los especialistas si esta problemática de las cadenas de suministros es tan aguda como para estimular imperfecciones en los sistemas financieros, en cuyo caso su alcance y profundidad podrían ser mucho más dañinos para las economías mundiales. Por supuesto que plantear las hipótesis correctas sobre lo que puede o no acontecer en las grandes cifras o cuentas nacionales siempre representará un desafío de suyo sofisticado por la enorme cantidad de variables que deben mezclarse, muchas de ellas contradictorias, ciertamente. No obstante, de antemano es posible identificar temores puntuales como, por ejemplo, el de un material desabasto de los productos que se acostumbra comercializar en las fiestas de fin de año: hay que recordar que esas celebraciones no fueron posibles durante 2020 con lo que se dejó sin sus estrenos y juguetes a las niñas y niños del mundo, así como en la quiebra a miles y miles de micro y pequeños empresarios que, para el caso hondureño, son motor indiscutible de la economía nacional. La época navideña siempre será ocasión para reflexionar sobre el milagro de la vida y compartir aunque sea un poco de lo mucho que Dios nos ha regalado. Sus luces multicolores evocan ese espíritu que nos llena de alegría y esperanza ante el fiel recordatorio de la venida del hombre más grande que ha convivido entre nosotros los seres humanos. Y aunque la víspera se muestre con muchas preocupaciones no hay que perder la fe que el “Santa Claus en apuros” que observamos hoy sabrá sortear las dificultades y el mundo podrá disfrutar de una noche de paz en estas próximas navidades.