Columnistas

Una obra tanzana para hondureños

La Academia Sueca dio a conocer la semana pasada que el Premio Nobel de Literatura para este año 2021 recayó sobre Abdulrazak Gurnah, un nombre que ni siquiera los más enterados de la literatura universal contemporánea reconocían demasiado. El novelista tanzano fue elegido -como han citado casi todos los medios escritos- “por su discernimiento inflexible y compasivo de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”. Palabras que no dejan de ser extrañas y a las cuales me quiero referir hoy. Pero antes de referirme a ello quiero comentar un hecho que no es inusitado. A pesar de que el reconocimiento a Gurnah ha sido muy bien recibido por quienes conocen y frecuentan su obra, hubo ya comentarios de que se trata del pago de una deuda histórica. Siempre que se le dé a un escritor que no sea blanco y europeo o americano habrá ese comentario tan innecesario, que únicamente revela el colonialismo moderno. Yendo a las palabras con las cuales se ha calificado la obra de Gurnah, tengo que decir lo siguiente. Se la ha bien calificado por hacer “discernimiento inflexible”. ¿Inflexible en los tiempos líquidos? Pues bien, lo que podría ser visto como un defecto, es propuesto como una virtud. Quizá la palabra obedezca al capricho de las traducciones, pero la idea es la consistencia con la realidad, el desapego a la moda, a la conveniencia, al quedar bien. Loable, porque Gurnah no escribe desde una trinchera tanzana. Lo hace desde el centro del colonialismo, en el Reino Unido. La otra palabra curiosa que se utiliza es “compasivo”, cuya definición en español no me acaba de convencer. De las tres cualidades definitorias de la palabra -pena, ternura e identificación- me quedo con la tercera. Pero quizá haya otra más precisa, porque difícilmente una novela puede llamarse compasiva -y, por lo tanto, una obra-, antes que misericordiosa. Así como lo es “La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela; o “Los santos inocentes”, de Miguel Delibes. La misericordia se trata de entender la miseria del otro, y entonces allí sí aparece la compasión. Pero no solamente la miseria del expulsado, del migrante, del refugiado, del colonizado; sino la miseria del que expulsa, del colono, del que humilla y del que rechaza. De ahí la inflexibilidad. La otra palabra para resaltar es “abismo”, es allí donde cae el migrante y el refugiado, en tierra de nadie. En el abismo les toca fraguarse una identidad entre la nostalgia, el miedo y el futuro. Mientras por aquí al colonialismo se lo quiere normalizar, disculpar y hasta romantizar, la Academia Sueca se toma el tiempo de darle foco -a la larga se trata de eso- a un autor que ha sido firme en su discurso al respecto. Y aquí hablo del colonialismo, ese del cual habla nuestro Himno Nacional, que como un ave de negro plumaje emprendió vuelo hacia el olvido, pero sus efectos aún hacen temblar nuestras tierras. Y también de los otros colonialismos, concretos y simbólicos, que han venido luego. Todo los colonialismos, unos antes que otros, tienen como efecto la expulsión de las personas de su tierra, como si lo abstracto, lo simbólico cobrara una forma material y actuara. Es curioso cómo la obra de un tanzano es también sobre hondureños. Sobre ese puñado -como él mismo diría- que viaja a los Estados Unidos y a España. Pero lo terrible no es que sean solo un puñado desindividualizado para los extranjeros, que lo sean para nosotros es lo gravísimo.