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Unidad, justicia y libertad

La primera palabra del himno nacional alemán en la versión de hoy es “unidad”. La unidad es una de las líneas históricas más importantes de la historia alemana, porque durante mucho tiempo fue un objetivo aparentemente inalcanzable por mucho tiempo.

Entre la Edad Media y la época moderna, el territorio alrededor de lo que hoy es Alemania era llamado “edredón de retazos” compuesto por pequeños estados, principados y reinados.

En ocasiones, en el siglo XVI, existían hasta 300 áreas autónomas, poco conectadas, que tenían sus propias leyes y gobernantes dentro de este territorio compartido. Algunos disturbios históricos más tarde -las guerras napoleónicas, las revoluciones y las llamadas guerras de unificación- convirtieron esto en un imperio dominado por el Reino de Prusia que después de la Primera Guerra Mundial, resultado de una carrera armamentista entre las monarquías, dio paso a la primera república alemana. Esta república fue reemplazada por el reino de terror de los nacionalsocialistas. Alemania perdió la Segunda Guerra Mundial y frente a la Guerra Fría que siguió, Alemania se dividió.

El trauma de la desunión se despertó: se formaron una parte en el oeste del país, influenciado por los valores occidentales (República Federal de Alemania) y una parte socialista (República Democrática Alemana) en el este. Cuando comenzó el auge económico de la década de 1950 en la República Federal de Alemania, cada vez más personas decidieron emigrar de la RDA. En consulta con la Unión Soviética, el régimen reaccionó de una manera que antes era inimaginable. De un día para otro se construyó un muro a lo largo de Berlín y el país se dividió. Una frontera estrictamente asegurada se desarrolló gradualmente a partir de 1961.

La policía de fronteras utilizó armas de fuego para evitar que la gente huyera y cientos de personas murieron en las tres décadas de partición intentando salir del país. A finales de la década de 1980 las reformas del líder soviético Mikhail Gorbachev provocaron un sentimiento de cambio, lo cual dio coraje a una gran parte de la RDA. La gente empezó a exigir más libertad, sobre todo el fin de la división y el consiguiente derecho de libertad de circulación. Otros temas de las protestas fueron el fin del fraude electoral y la paz. Hoy este “tiempo de giro” se recuerda como la revolución pacífica.

Cientos de miles marcharon por las calles y, como por milagro, no hubo un baño de sangre sino el 9 de noviembre de 1989, la caótica apertura del Muro de Berlín. La reunificación oficial se dio el 3 de octubre de 1990, el cual sigue siendo hoy el día festivo nacional de Alemania. Este día conmemora cuando el área de la RDA se unió a la RFA. El efecto de señalización de estos eventos históricos no debe subestimarse. Hasta el día de hoy, se aplica lo siguiente: un pueblo decidido que trabaja pacíficamente pero con convicción por un futuro mejor solo puede ser puesto en su lugar con gran dificultad. La unidad, justicia y libertad triunfaron, pero no solo en Alemania.

EE UU también invoca la idea de unidad, en su escudo de armas se encuentra grabado “E pluribus unum” (“De muchos, uno”) y la Unión Europea a su vez se apoya en el lema “In varietate concordia” (“Unidos en la diversidad”).

Por supuesto, el concepto de la unidad también es de gran importancia en Centroamérica. Los próceres de la Federación se adelantaron a su tiempo. Hoy es importante redescubrir la idea de unidad y llenarla de vida. Los valores de la revolución pacífica en Alemania no pueden ser una norma para este proceso, pero quizás una inspiración

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