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Celebrar el Bicentenario

Leí recientemente una entrevista del historiador Sajid Alfredo Herrera, salvadoreño, doctor en Historia de América en la Universidad Pablo Olavide, en Sevilla. Hace una descripción magistral de la crisis en la que se encontraba España previo al período de la Independencia y del malestar que se fue ocasionando de forma paulatina en la población de varias ciudades de América. La Independencia de Centro América no se puede entender como una construcción lineal de nuestros países, sino que se tuvo que pasar por múltiples conflictos y fragmentaciones territoriales.

Este aniversario es, sin duda, una buena ocasión para profundizar en nuestra historia, que no es ni mejor ni peor que la de otros pueblos. Aunque a lo largo de estos 200 años algunos pretendieron reescribirla haciéndola conforme a su propia visión o intereses, no debemos olvidar que nuestra identidad actual responde a hechos concretos del pasado que no podemos ni debemos ocultar. Nuestros logros y retrocesos tienen unas causas concretas que si asumimos con realismo pueden ser de gran utilidad para comprendernos mejor a nosotros mismos.

No es gratuito el conformismo en el que a veces caemos ni la polarización y el fundamentalismo cerril de algunos hondureños. Pero tampoco surgió de la nada el corazón noble y solidario de la gran mayoría de nuestra gente. La paciencia con la que solemos llevar las dificultades y la fortaleza para levantarnos una y otra vez se forjó a lo largo de 200 años en los que no han faltado crisis y contradicciones.

Precisamente en este crisol de contradicciones y de aciertos se forjaron nuestros padres. Conocer como se tejió la madeja del nudo gordeano que parece ser nuestra realidad nos da los elementos para no idealizar nuestro pasado y tampoco para condenarlo. Si sabemos aprovecharla, nuestra historia nos aporta la experiencia para construir un mejor futuro. Hace falta reconciliarnos con nuestro pasado, aprender a comprender los aciertos y errores de los demás, de nuestros antepasados también.

Simplemente porque también nosotros los tenemos. Muchos de los que exigen una perfección casi celestial a nuestras autoridades, instituciones y conciudadanos sencillamente desconocen nuestra historia y casi seguramente no estarán acostumbrados a ver tampoco su historia personal. Todo el que pretende construir algo que vale la pena, cualquiera que tiene experiencia de ayudar a mejorar algo se da cuenta que no podemos esquivar los retrocesos. A veces se avanza, a veces se aprende, así es como funciona la vida humana. Es necesario trabajar con tesón y constancia para levantar a una sociedad. Quedarse solo en una conmemoración del Bicentenario sería olvidar los grandes aciertos del pasado.

Si es verdad que hace falta una comunidad entera para educar a un niño, contemplar las virtudes de tantos hondureños ejemplares nos muestran que estos 200 años no han sido en vano. Varios amigos me dicen “¿Por qué celebrar la Independencia si no somos un país libre?”, y yo respondo que en el fondo la única esclavitud que lo es de verdad es la visión pesimista y negativa que desea paralizar nuestros mejores deseos e ideales. La libertad no es un estado sino una conquista diaria.