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¿Esta es mi Honduras?

Honduras es un país sumido en la pobreza, vestida de narcoestado, con tasas de desempleo de la población económicamente activa arriba del 6%, impunidad, déficit fiscal, incapaces de producir nuestros propios alimentos, en la cabeza del mundo por corrupción y en la cola del mundo por desarrollo humano, y con pocas oportunidades para sus ciudadanos, es la imagen que se refleja a nivel internacional. A pesar de que estamos en el año del Bicentenario seguimos con los vicios del pasado. La élite política hondureña se ha encargado de hundir el país en el fango del subdesarrollo y sin posibilidades de salir del atolladero.

Por lo que se avizora, seguiremos sin repensar el desarrollo del país, con una visión a largo plazo que resuelva los problemas estructurales, como ser el de extirpar el cáncer de la corrupción, la pobreza extrema, desigualdad, injusticia, falta de crecimiento inclusivo, o recuperar la institucionalidad, etc. Han pasado casi 200 años desde la “independencia” de Honduras y como sociedad inmadura hemos llegado a perder los valores; hemos perdido el respeto a la vida, a la integración familiar, la convivencia humana, el cuidado de la naturaleza donde desarrollamos las actividades diarias.

Probablemente todo lo que nos está ocurriendo en este momento es responsabilidad nuestra por haber permitido el deterioro de la institucionalidad del Estado. Por buscar siempre nuestros intereses egoístas, olvidamos siempre el bien común que se desvía de nuestra conducta. Como sociedad pareciera que ya no podemos caer más bajo del sitio al que hemos llegando, ya que vivimos en un país, donde el corcho se hunde y el plomo flota, donde al honrado se le cuestiona y el corrupto tiene mucho prestigio; donde el que grita traga más pinol e impone la razón y el mesurado es un fracasado.

Vivimos en un país donde al ser amable te consideran extraño porque lo normal es ser agresivo y hacer daño. Vivimos en un territorio donde el hondureño jode al hondureño y si tienes éxito por tus méritos, tendrás problemas porque la envidia generará reacciones violentas por esos logros; la lógica siempre será que el mediocre tenga éxitos, que el político corrupto sea el que ocupe el puesto. Vivimos en un país que, dentro de la academia, es prohibido el pensamiento crítico y, por lo tanto, el que piense de esa forma debe ser cortado y relegado de sus funciones.

Como sociedad vivimos de las apariencias, por lo tanto, hay que buscar a toda costa los medios para que los demás piensen que lo tenemos todo. Vivimos en un país donde la impuntualidad es el comportamiento característico, hasta el nivel que adoramos a los impuntuales, esperando por ellos y guardándoles un espacio para cuando lleguen. Hemos llegado al nivel de suprimir la palabra objetividad de nuestro vocabulario, pues todo lo tomamos y “analizamos” según la política, la religión y el fútbol. Si un simple mortal está actuando bien, pero no es de nuestro equipo de fútbol, partido político o grupito de trabajo, entonces lo devoramos, aunque en el fondo sabemos que sus acciones son positivas y contribuyen al desarrollo de alguna institución. Esta es mi Honduras, la Honduras del Bicentenario, la Honduras de las cinco estrellas, la Honduras de los 112,492 kilómetros cuadrados.