Columnistas

Crisis de representación política

Existe una crisis de representación política que se está observando como tendencia en varios países. Una de las causas que explican la crisis es la pérdida de un referente identitario que sirva para explicar los fenómenos económicos, sociales, culturales y políticos. Cuando se dio la caída de la Unión Soviética, se debilitaba una de las teorías con un enfoque particular sobre la realidad. Lo que no pudieron explicar los teóricos del capitalismo es que, con el derrumbe del llamado socialismo real, también caería hecha añicos la utopía del capitalismo que consistía en la libertad individual y el régimen de propiedad privada.

En una sociedad como la actual, donde, cada día que pasa, la riqueza se concentra en pocas manos, la competencia es eliminada y las fuentes de enriquecimiento se han extendido a actividades económicas subterráneas; es natural que la acumulación de riqueza, en estas condiciones, se convierta en el mayor disolvente de la política como búsqueda del bien común. Es sintomático que hoy en día, especialmente los políticos conservadores tienen poco espacio para apelar a los valores democráticos, razón por la cual recurren a la degradación del contrario y no a la exaltación de sus propuestas y al sentido constructivo de la defensa del orden capitalista.

Lo anterior, ha tenido un impacto negativo en el desmantelamiento del Estado y todas sus instituciones, el Estado perdió hasta la apariencia de ser mediador en los intereses de los distintos grupos de la sociedad, lo ha impulsado a desarrollar un instinto de protegerse, no en una acción colectiva y solidaria, sino del sálvese quien pueda. Hay una creciente pérdida de confianza de la población en los políticos.

En el pasado, a través de la política se podía establecer una relación combinada entre el partido y el votante, las organizaciones podían emprender acciones, una vez en el Ejecutivo u otra instancia de elección popular, iniciativas que favorecían a la comunidad o a los intereses de grupos, esa relación se ha perdido en la medida que el Estado se ve limitado en la solución de problemas básicos como educación, salud y vivienda.

Las promesas se han ido devaluando y con ello crece la desilusión ciudadana sobre los líderes políticos. No es casual que, ahora, en el caso de Honduras, los conservadores o nacionalistas, tengan que recurrir a acciones arriesgadas, no solo para el país, sino para ellos mismos al poner en subasta el territorio nacional, a través de las ZEDE. Cuando no hay nada que prometer y desarrollar, hay que crear el conflicto para ver si en la confrontación con el adversario se crean los espacios para la continuidad en el ejercicio del poder. Esto es una especie del orden del caos.

El espacio para el autoritarismo quedó abierto, hay que cerrar, incluso, las fuentes de financiamiento electoral y otras acciones que transparenten los comicios. Promover la democracia electoral en un sistema arraigado de corrupción, es un tema contradictorio y de difícil manejo.