Columnistas

Aquella niña estaba destrozada, su familia le estaba dando la espalda, “jamás- dijo el padre furioso- no pongas un pie más aquí, eso no te lo enseñamos y aunque pobres hemos trabajado de sol a sol queriéndote darte un futuro, tu madre está desconsolada, tú lo quisiste así, que te vaya bien; adiós”.
En el amparo de la juventud que muchas veces no escucha los consejos de los padres y dejándose llevar por las amistades donde aquella noche de fiesta los llevó de un estado de pena primeramente a uno de relajación; drogas, licor, baile sensual llevó al clímax de la aventura entre adolescentes y más cervezas, más risas, las insinuaciones hicieron mella y una amiga dándole su pildorita le dijo: “no temas, funcionan, ahora ve y sé mujer”
Aquella niña estaba destrozada, no contaba con la ayuda más de su familia, sus tres meses de embarazo eran notorios y el cuchicheo en la colonia la hacían sentir vergüenza, el padre de aquella criatura dijo que se haría cargo del niño, se fueron a vivir a un cuarto donde permeaba la ignorancia, el alto peso de dicha carga hacía naufragar aquella unión que cada día se sometía a la violencia por falta de dinero, equilibrio emocional y ambos terminaron yéndose por su camino.
Ella quedó desamparada, al no tener donde refugiarse empezó a vender su cuerpo por unos cuantos billetes y poder alimentarse y pagar un cuarto de mala vida, su belleza empezó a marchitarse y aquella delicada flor que era solo le estaba quedando un arbusto cuya hojarasca se la llevó el viento.
Este pequeño relato muestra uno de los tantos miles casos que a diario se dan en nuestra sociedad, jóvenes arrastrados por un breve momento de placer echan por la borda el futuro que padres responsables pretenden darles, otras nacen en hogares fallidos donde la falta de oportunidades hacen que las pequeñas busquen la calle y que después a cuestas arrastran los frutos de sus experiencias sexuales que las hicieron madres que deambulan por las calles de las ciudades y cuya miseria las lleva a prostituir su cuerpo, donde los proxenetas hacen y deshacen sus vidas llevadas al inframundo por el alto consumo de alcohol y drogas.
Muchas logran salir de su atolladero porque buscaron refugio en iglesias o un buen samaritano llámese tía, abuelos las apoyaron, más otras no lograron enderezar su camino y al final las encontrarás con varios hijos de hombres diferentes y es ella; la madre, la que lidiará con semejante carga porque aquellas criaturas serán sometidas a la misma o a una vida peor porque es un círculo vicioso, un remolino donde es tragado en la vorágine de la vida.
Los elevados casos de embarazos en jóvenes adolescentes son por el síndrome de las tres “P”. La definición de las tres “P” es: “la píldora, la promiscuidad y el permiso”. A raíz de la creación el 23 de abril de 1960 de la píldora anticonceptiva, el frenesí al sexo dio rienda suelta en el mundo, aunque fue creada para que las parejas planificaran su familia y poder traer hijos con la responsabilidad que esto acarrea, muchos y muchas vieron la oportunidad de llevar sus excesos al límite sin tomar en cuenta las frustraciones que obtendrían posteriormente cuando la mágica píldora fallara por varios factores como ser: fallas en la regularidad menstrual, ovarios poliquísticos, el uso descontinuado de la misma o sea usarla solo en el momento, píldoras vencidas, infinidad de razones que dieron al traste con la vida de muchas mujeres que tenían un futuro prometedor.
Sabemos que la promiscuidad ha sido un factor para que la irresponsabilidad paterna se haya disparado dejando a muchas madres solteras que deberán sortear los afanes de la vida y poder darle al fruto de su relación las necesidades básicas como es un hogar, alimentación, salud, educación, vestimenta y guiarlos a través de la vida con muchos sacrificios, sin embargo, muchas de las mujeres en estado de procrear apenas son adolescentes recién salidas de la pubertad y sin experiencia en la vida sucumben fácilmente, ya que las emisiones de programas televisivos donde hacer el “amor” se ve tan delicioso que no dan los “amargos” o consecuencias, además están los consejos de amigos y amigas que inducen a la promiscuidad a temprana edad porque el que no ha “probado” no es un hombre o mujer “probada” o en otras palabras no es mujer completa, la “virginidad no sirve para nada, estorba, deséchela”.
Nuestra sociedad, donde los depredadores sexuales denominados “buitres” están en el mismo vecindario, apenas se nota el desarrollo de la muchacha se comienza el hostigamiento sexual en contra de estas y sucede con tanta frecuencia, porque el machismo reza: “el hombre es de la calle y la mujer es de la casa” es promovido aún por la misma madres o padres, abuelas, tías, por la comadre, lo mismo por la sociedad que indirectamente promueve que las mujeres deben ser el objeto sexual de los hombres porque a cada “hombre le corresponde siete mujeres y chascada” y a la mujer solamente el marido que se le encomendó para que lo cuide, lo ame, le sea fiel, resignada y pueda parir tantas veces sea posible porque la religión sutilmente infunde “parir todos los hijos que dios me dé”
Es por ello por lo que vemos como los hospitales y clínicas maternas se saturan de mujeres jóvenes embarazadas y cuando se traza el promedio de edad asombra que Honduras tenga una tasa de 68.4 por cada 1,000 mujeres entre edades de 15 a 19 años de edad, espacio breve de vida para que dicha mujer tienda a ser madre ya que sus órganos de reproducción están inmaduros, por eso muchas sufren embarazos ectópicos, desarrollen preeclampsia y eclampsia con consecuencias funestas tanto para los bebés o para las madres.
Es por ello por lo que se necesita el desarrollo masivo a través de los medios de comunicación de programas de concientización y explicar que el uso de las tres “P” solo acarrea condiciones que se lamentan con sufrimiento, dolor y lágrimas; sé consecuente.