Columnistas

El peor incidente de violencia racial en los EE UU

Ocurrió hace cien años, el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, en la ciudad de Tulsa, Oklahoma.

La acusación en contra de un joven negro de haber abusado de una joven blanca fue el detonante que desató la tragedia. Posteriormente, el adolescente fue exonerado del cargo.

Afortunadamente para él, no fue linchado, como era la norma entonces.

Al propagarse el rumor, turbas blancas desataron su furia y vandalismo en contra de la próspera sección citadina de Green Wood, sede de comercios y viviendas de ciudadanos negros.

Un 40% de los vecinos eran profesionales: médicos, abogados, farmacéuticos.

El ataque fue perpetrado desde tierra y aire, avionetas lanzando dinamita contra las edificaciones.

Veteranos negros de la Primera Guerra Mundial resistieron inicialmente la invasión, siendo superados en números y armamento por la turbamulta. Además de destruir, también saquearon, sin que la Guardia Nacional intentara impedirlo.

Cuando finalmente intervino, el saldo trágico en víctimas se calculó en hasta 300 negros y 10 blancos, sin una cifra exacta de bajas, ya que fueron enterrados en fosas comunes; de 8 a 10 mil personas quedaron sin hogar, literalmente en la calle, 1,470 viviendas y 23 iglesias destruidas, al igual que 24 abarroterías y 31 restaurantes. Ninguna persona fue judicializada.

Un velo de silencio ocultó durante muchos años este baño de sangre.

Fue hasta el 2001 cuando una comisión legislativa bipartidista presentó un informe tras exhaustivas investigaciones, concluyendo que “la ciudad había conspirado con habitantes blancos para atacar a negros.” Nadie fue acusado.

Gradualmente, los historiadores han dado a conocer detalles de lo ocurrido para hacer de dominio público el horror y el drama de lo acontecido.

El racismo sistémico continúa vigente. Aquellos estados controlados por legislaturas republicanas están emitiendo leyes para restringir el derecho al sufragio, perjudicando especialmente a las minorías raciales. La violencia policial sigue intacta, pese a las protestas masivas a lo largo y ancho de Estados Unidos protestando por las muertes de afrodescendientes y latinos, que por regla general quedan en la impunidad, en los cuatro puntos cardinales de esa nación.

El sueño de Martin Luther King aún permanece como eso, un sueño, sin haberse concretado en realidad.

El presidente Biden está haciendo un sincero esfuerzo por empezar a desmantelar tal racismo institucional, encontrando férrea oposición en distintos sectores y niveles, entre quienes desean mantener la supremacía blanca a toda costa.