Columnistas

Homografía de Honduras

Si de palabras polisémicas y homógrafas hablamos, Honduras es experta. Basta con sustituir la inicial mayúscula por una inicial minúscula y ya no nos referiremos solamente al nombre del país sino a las honduras mismas de su realidad. Podemos decir que por la falta de educación somos un pueblo desarmado, es decir, sin armas para el desarrollo, pero también sin una estructura que nos sostenga. Y aprovechando la paronimia diría que también somos un pueblo desalmado. Entiéndase esta última palabra con el sentido más próximo a la maldad, pero también falto de ánimo, y si me permiten cambiar el género a las palabras tendríamos ahora en lugar del ánimo, el ánima, que no es otra cosa que un fantasma, y de estos no nos faltan: pobreza, analfabetismo, inseguridad, desempleo y otros tantos que seguir bien podría.

“Podría”, que en este caso es la forma condicional simple o el pospretérito del verbo “poder”, pero que también es posible entenderlo como el pretérito imperfecto del verbo “podrir”. Vocablo que nos viene muy bien porque aquí desde los tiempo de la Colonia las cosas ya se podrían. Y si de colonias hablamos se me vienen a la mente las más marginales de nuestro país, en las que tanto se sufre por causa de la violencia, la pobreza y aquellos otros fantasmas que arriba le mencioné.

Ya habrá notado usted, amable lector, que “arriba” por una parte puede ser un adverbio, pero también la tercera persona singular del presente indicativo del verbo “arribar”. Del primer significado debemos entender lo que se encuentra sobre —no olvide esta palabra— un punto determinado, sin olvidar que en algunas ocasiones habla de las cosas religiosas, pero en otras tantas habla de las cosas de la tierra, y si a estas nos referimos entonces entendemos que aquí algunos están arriba y muchos están abajo. Pero si es del verbo del que hablamos, de este se puede derivar en un adjetivo: “arribista”, que no vamos a negar que alguno por ahí hay.

Y si “hay” se escribe con “h” es del verbo “haber”, pero si se escribe sin ella (“ay”) estamos entonces frente a interjección que denota un lamento, hecho que no es poco común en nuestra cara Honduras. Cuando digo “cara” no hablo de que tenga un alto costo sino digo que es “querida”, según la sexta acepción del Diccionario de la Lengua Española de dicha palabra. Lo que también es caro en este país —esta vez sí hablo del precio— es la canasta básica, tanto que el hondureño de a pie ni apoyándose en un banco le salen las cuentas, que no son cuentos, o bueno casi sí. Debo decir que no solo en ese sentido tenemos problemas de contabilidad, porque luego queremos contar lo que aquí sucede y resulta inverosímil.

Quizá las cuentas no salen, pero los migrantes sí: hacia España, hacia los Estados Unidos, hacia Canadá, hacia donde sea. Y cuando escribo “salen” se me ocurre que también es el imperativo del verbo “salar”, que tiene un sentido denotativo y otro connotativo. El más interesante es el segundo porque se refiere a la mala suerte. ¿Diría usted que los hondureños la tenemos? Yo no creo (del verbo creer) en ella, pero sí la creo (del verbo crear).

Porque no hay nada más lindo que la creación. Es tan perfecta que nunca nada está de más. Hablo por supuesto de la divina creación, porque en las creaciones humanas, incluida nuestra Honduras, es probable que, si usted es pobre, sobre un poco. ¿Sí se acuerda de esta palabra, verdad? Y bueno, de la verdad mejor no hablemos.