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Afganistán, otra guerra perdida por EE UU

La invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos empezó el 7 de octubre del 2001, con la “Operación Libertad Duradera”, poniendo bajo las armas a unos 28,000 soldados. La operación fue acompañada por Gran Bretaña y otros países de la OTAN. El objetivo visible de la invasión era encontrar a Osama bin Laden y someterlo a juicio por considerarlo responsable de los ataques del 11 de septiembre del 2001, además, derrocar el gobierno del Emirato Islámico de Afganistán dirigido por el emir mulá Omar, que a juicio de las potencias occidentales apoyaba y daba refugio y cobertura a los miembros de Al Qaeda.
Esta guerra, para Estados Unidos tuvo un gasto económico elevado, considerándose una de las guerras más costosas. Las propias autoridades estadounidense reconocen cerca de un billón de dólares, más las pérdidas de vidas humanas. Se reconoce la muerte de 2,218 soldados y más de 20 mil heridos. El conflicto militar causó 40 mil bajas civiles y forzado a desplazarse a 1.2 millones de personas. La destrucción de la infraestructura física y cultural es cuantiosa y su recuperación será imposible. Bajo el fuego de las bombas lanzadas por la aviación de Estados Unidos y sus aliados se destruyeron decenas de escuelas y centros hospitalarios. Estados Unidos invirtió, en dos décadas que duró la guerra, la mitad del presupuesto militar mundial para el 2018.
Con la muerte del líder de Al Qaeda en el 2011 y la instalación de un nuevo gobierno se cumplieron, en parte, los objetivos propuestos por los promotores de la guerra. Pero, en los motivos no declarados, se buscaba instaurar una democracia contraria a los principios de un islamismo primitivo que gobernaba aquel país y respetuoso de los derechos humanos tal como se entienden en occidente. Nada de lo que prometió Estados Unidos está asegurado con la salida de sus tropas. Lo que queda es un país destruido y con un gobierno débil que no garantiza la estabilidad política y social del país.
El propio presidente Joe Biden, anunció recientemente la retirada incondicional de todas las tropas en un discurso con sabor a derrota, en el que ha reconocido que seguir allí no permitía vislumbrar “resultados diferentes”, declarando que es tiempo que las tropas estadounidenses regresen a casa.
El anuncio del retiro se había hecho por parte de Donald Trump, quien, según la prensa de ese país, siempre criticó las intervenciones militares en el extranjero, calificándolas de costosas e ineficientes. Aseveración de las pocas en que Trump tuvo la razón.
Con lo sucedido en Afganistán y otros países de origen árabe, queda demostrado que los Estados Unidos como potencia tiene la capacidad de terminar con gobiernos, muchas veces destruyendo la base material y cultural de las naciones, pero no tiene la capacidad de instaurar regímenes democráticos que promuevan, en la práctica, formas de convivencia pacífica y condiciones de prosperidad para sus pueblos. Su intervención militar en otros países provoca un caos y ruinas que vuelve difícil el retorno a la normalidad. Una lección para aprender.