Columnistas

Insurrección desde el imperio

En los momentos que la manifestación hacía destrozos en el Capitolio, sede de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Donald Trump con un grupo de sus seguidores observaba cómo hacían desastres en uno de los símbolos de la llamada democracia estadounidense. Su semblante era de una alegría desbordante. Esto hizo recordar la historia del incendio de Roma. Nerón, que era el emperador, disfrutaba de aquel siniestro y responsabilizaba a los cristianos del suceso. Trump responsabiliza a los demócratas, sin pruebas, de haberle quitado el triunfo en las elecciones y justifica la acción vandálica.

Por lo ocurrido, inmediatamente sonaron las alarmas en el país y en el mundo; no era para menos, la nación que se ha declarado fuente de inspiración de la democracia había llegado a una situación de insurrección; según lo dicho por el presidente electo Joe Biden, palabra desconocida en el diccionario oficial de la historia estadounidense, a pesar de las protestas constantes de la población negra y de otros grupos por sus derechos.

Uno de los primeros en manifestarse en contra de la protesta fue el expresidente George W. Bush, quien calificó lo sucedido como “enfermizo y desgarrador”, señalando además que el acto de “insurrección” era propio de una “república bananera”, en alusión a los países de Centroamérica, que desde finales del siglo XIX empezaron a ser dominados por las compañías bananeras, por cuya razón estos países no lograron fortalecer una institucionalidad fuerte y democrática, cayendo la responsabilidad histórica en el capital extranjero que heredaron a las repúblicas bananeras, un sistema político donde —a juzgar por uno de sus representantes de la época, Samuel Zemurray— en el caso de Honduras, valía más una mula que un diputado.

A la responsabilidad directa de Donald Trump hay que agregar que la misma elección y permanencia en el cargo de un presidente que dio evidencias de no ser un empresario clásico, sino un lumpecapitalista, que amasa fortunas como buitre y carroñero, moviéndose en la especulación y la estafa, es la expresión de un sistema político en crisis, mismo que puede ser sorprendido con el ascenso al poder de cualquier aventurero inescrupuloso, como ocurre en algunos países latinoamericanos.

Con Trump a la cabeza del gobierno de EE UU ha ocurrido algo más que el debilitamiento del capitalismo como sistema, ha puesto en riesgo la existencia misma de la nación. Que un trastornado tenga el control de los maletines atómicos constituye una amenaza mayor a la ya deteriorada paz mundial.

Por ahora, los estadounidenses lograron dar una respuesta que les permite volver a una desafiada normalidad, eso por la fortaleza de un sistema que, a pesar de la forma de elección de la Corte Suprema de Justicia, donde el partido gobernante controla la mayoría de los magistrados, las demandas de ilegalidad de las elecciones no prosperaron. Todas las instituciones, incluyendo a la generalidad de los grandes medios de comunicación, se pusieron en sintonía para mantener el viejo orden capitalista de la gran potencia.