Columnistas

 El lado correcto de la historia

Para llegar a la solución de un conflicto hace falta que los lados involucrados demuestren la voluntad de reconocer el derecho a existir de su oponente y que se le permita vivir en paz y seguridad. Es bajo esta premisa que en estas líneas se abordarán algunos aspectos que hoy en día promueve la dirigencia palestina con sede en Ramala y su persistente intransigencia en negarse a encarar con pragmatismo y soluciones realistas el conflicto que sostiene hoy con su vecino Israel, cuyos gobiernos, sean del talante que sean, tienen como obligación velar por la seguridad e integridad física de sus gobernados.

Debemos recordar que siempre ha existido una negativa árabe palestina en reconocer a Israel no solo su derecho a existir sino su carácter de Estado judío, negativa que se ha visto en el rechazo a las distintas fórmulas de paz, desde la primera presentada por la Comisión Peel durante el Mandato Británico, pasando por la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 29-11-47, Oslo 1993, Camp David 2000, Taba 2001, evacuación de Gaza en el 2005, y la más generosa de todas para sus aspiraciones nacionales, el conocido como “Plan Olmert”, año 2007, en donde Israel aceptaba la soberanía palestina sobre el 97% de territorio en disputa y a cambio del 3% restante iba a dar compensaciones territoriales transfiriendo zonas densamente pobladas por árabes israelíes al futuro estado palestino. Y ni que decir con el reciente rechazo al Plan del Siglo presentado por Donald Trump, presidente de EE.UU.

Es decir, todas y cada una de ellas han sido rechazadas, sencillamente, por la obstinación del liderazgo palestino de no perder oportunidad para perder oportunidades y de su decisión aun vigente de borrar a Israel del mapa ya que no están listos ni tienen la valentía de encarar la paz, terminando así con el conflicto que ellos mismos promueven transfiriendo millones de dólares anuales a terroristas convictos de horrendos atentados o, en su defecto, a los familiares de los que fueron neutralizados por las fuerzas de defensa de Israel antes o durante las masacres de civiles israelíes llevadas a cabo muy un especial durante la llamada segunda Intifada (2000 a 2005) que estalló ante la orden directa de Yasser Arafat tras haberse negado a firmar la paz con Israel en la ya citada cumbre de Camp David al principio del milenio.

Es muy fácil para el liderazgo palestino y sus embajadores acreditados ante gobiernos amigos evadir las responsabilidades propias y pretender engañar a la opinión pública aparentando ser las víctimas de un conflicto por ellos mismos sostenido artificialmente en el tiempo a pesar de haber tenido oportunidades más que doradas para culminarlo. Las líneas de cese al fuego que existieron entre 1949 a 1967 son eso, líneas del cese al fuego y no fronteras internacionales como el lado palestino pretende imponer en su peculiar narrativa histórica. Lo que iba a ser el Estado Árabe en Palestina propuesto por la ONU en 1947 quedó bajo ocupación de Egipto (Gaza) y de Jordania (Cisjordania).

Esta situación de líneas de cese al fuego caducó tras la guerra de 1967, conocida como la de los Seis Días, misma que estalla tras más de un mes de retórica hostil, movimiento de tropas y firma de alianzas ofensivas por parte de los países vecinos árabes que desde mayo del mismo año rodearon a Israel y proclamaban su renovado deseo de borrarlo del mapa. Solo, sin más defensa que la de su propio ejército, Israel emprendió la ofensiva y derrotó a cuatro ejércitos superiores en armas, recursos y soldados. Sin embargo, el vencedor ofreció de inmediato una fórmula a sus vecinos: paz por territorios, lo cual fue contestado en la Cumbre de la Liga Árabe de 1967 de Sudán con los tres NOES de Jartum: NO al reconocimiento de Israel, NO a negociaciones con Israel, NO a la paz con Israel.

El tiempo transcurrió y Egipto firmó la paz con Israel en 1979 a cambio de la devolución del Sinaí, Jordania firmó la paz con Israel en 1994 a cambio de la demarcación definitiva de la frontera entre ambos países.

Tras la firma de los Acuerdos de Oslo, 1993, pensábamos que el camino hacia la paz estaba garantizado, sin embargo, una ola de atentados suicidas palestinos con el asesinato de decenas de civiles israelíes causó un retroceso en el llamado entonces proceso de paz, sumado al adoctrinamiento al que siguieron siendo sometidos los escolares palestinos en su odio en contra de Israel desde la misma aula y medios de comunicación oficiales palestinos. La ya citada evacuación israelí de la Franja de Gaza, fue una medida unilateral destinada a generar confianza entre las partes. Sin embargo, el territorio entonces gobernado por las autoridades de Ramala se convirtió en el foco de nuevos ataques en contra de civiles israelíes mediante el lanzamiento de misiles, hasta que en el año 2007 finalmente cae el enclave en manos del grupo terrorista Hamás tras una cruenta lucha fratricida donde fueron asesinados más de 200 funcionarios leales a las autoridades de Ramala. Desde el año 2005 no existe ni un solo israelí en Gaza, sin embargo, la hostilidad sigue en pie habiendo demostrado el liderazgo palestino no solo a Israel, sino al mundo entero, su manifiesta incapacidad e incompetencia para autogobernarse en paz y prosperidad junto a sus vecinos.

El secuestro del proceso de paz por parte de la dirigencia palestina ha llegado a su fin. Sus propios hermanos árabes se han dado cuenta que Israel es una realidad en la región y ya han manifestado sus deseos de normalizar su relación. Es así que el año 2020 fue testigo de la firma de los Acuerdos de Abraham entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, a lo que sumamos el reconocimiento de Israel proveniente de Sudán y Marruecos, mas los que están en camino. A su vez, es el paso de los valientes de reconocer los vínculos históricos e inquebrantables existentes entre el pueblo judío y Jerusalén, única ciudad sagrada para los creyentes de la primera religión monoteísta del mundo y la cual es su única y eterna capital. Rezamos hacia Jerusalén, no hacia otro punto. Peregrinamos tres veces al año hacia ella, no una vez en la vida. Jerusalén es mencionada 834 veces en el Antiguo Testamento y a ella fue que anhelamos regresar durante los 1848 años del exilio forzado que nos fue impuesto por el conquistador romano en el año 70 DC.

La paz no es responsabilidad de un solo lado y la misma no puede estar secuestrada por líderes que regonan y promueven la violencia financiando atentados dinamiteros en contra de civiles israelíes o doctrinando a sus escolares con odio antisemita. La paz es el paso de los valientes, es el dado en su entonces por pueblos enfrentados y que hoy conviven lado a lado sin que el uno se convierta en una amenaza para la existencia del otro. Es el sentarse frente a frente, sin condiciones prestablecidas y estar dispuestos a hacer concesiones por demás dolorosas, pero, de tal magnitud que aseguren que nuestros hijos el día de mañana se enfrenten solo en una cancha de futbol, básquet o béisbol, no en las arenas de la guerra que ya bastante sangre nos han reclamado a ambos bandos.