Contrario a lo que piensa una gran cantidad de compatriotas, considero que en nuestra Honduras no todo está perdido y que depende de cada ciudadano levantar con dignidad la frente y emprender el difícil, pero no imposible, camino de nuestra reconstrucción y recuperación del puesto que merecemos entre los países en desarrollo. El “prudente optimismo” debe reinar en todos los catrachos, independientemente del lugar que creamos ocupar, académica, económica y socialmente. Levantar la frente con dignidad conlleva una serie de consideraciones cuantitativas y cualitativas, pero, sobre todo, depende del grado de voluntad y capacidad para percibir correctamente el mundo real que vivimos, la Honduras verdadera, esa Honduras de “aquí y no de allá”, que a muy pocos nos sonríe y a demasiados les provoca lágrimas, ansiedad y desesperanza. Los hondureños no somos esencialmente lentos, no carecemos de ilusiones, no somos conformistas o resignados; somos inteligentemente capaces de competir con los grandes y de llegar a ocupar posiciones grandes en todos los campos en que nos desenvolvemos. Tenemos enorgullecedores ejemplos de triunfadores en las ciencias, las matemáticas, la medicina, las letras, las artes y muchos otros campos. Lo malo es que la mayoría de estos triunfos son ignorados, desconocidos para este pueblo. No todo es color de rosa cuando resuenan ciertos triunfos, siempre, lamentablemente, saltan como chapulines envidiosos, mediocres “sirvepanimierda” (disculpas) como decía mi abuela. Los que no pueden ver ojos bonitos en cara ajena, esos que, con poses doctorales, pero con argumentos de ignorantes, pretenden opacar las imágenes de los triunfadores. El pueblo pueblo no padece de esos virus mentales; antes bien, pecamos de crédulos y muchas veces nos embaucan los lisos, los corruptos y los tramposos. Volviendo al tema, el 2021 nos presenta otra oportunidad para redimir nuestros pecados, nos toca emplear a fondo nuestro ingenio para desarrollar un programa efectivo, de ejecución rápida, con el fin de reconstruir nuestra infraestructura vial, educativa y sanitaria. Con todo, ya vimos lo bien que le serviría al pueblo en nuestros municipios remotos, una red de hospitales -bien comprados- como esas unidades móviles que adquirimos, según algunos críticos, a precios exorbitantes. Se imaginan el mejoramiento de la asistencia médica a nuestros compatriotas olvidados en los municipios de nuestra sierra occidental y del resto del “país de acá”; se imaginan un sistema modular de aulas construidas con furgones y habilitados para impartir el pan del saber en comunidades que carecen de instalaciones dignas. Se imaginan una red de carreteras secundarias y terciarias que en inviernos y veranos permitan el tránsito expedito y seguro de personas, mercaderías y productos agrícolas que eviten el fracaso de nuestros agricultores cuando las inclemencias del tiempo impidan su libre movilización. Si así lo hiciéramos, de la mano de funcionarios inteligentes, probos, proactivos, imaginativos y capaces, “otro gallo nos cantara”. A propósito, este es el año de las heroicas decisiones políticas para nuestro pueblo. Nos levantamos y prosperamos con autoridades frescas, honestas y capaces o terminamos de tocar fondo con las mismas caras de soberbios y cínicos, corruptos, incapaces, vendepatrias, (Roatán y Choloma); malos hondureños, hombres y mujeres por igual, que han alcanzado, en los últimos 16 años, la cúspide de su incapacidad para conducir un pueblo noble altamente necesitado. Por favor, los mismos no, de cualquier color que sean; esos solo merecen exilio político, fuera manos, pies y cabezas, del manejo del Estado.