Columnistas

Pues bien, el Gobierno, con su patrón al frente, ha confundido la apariencia con la transparencia, y hasta le han creado una secretaría en su nombre, con ministra y todo, porque las invenciones son necesarias ante la colosal corrupción que ellos mismos han provocado, sin el menor escrúpulo posible.
Con esta fábula sacada de la manga del señor presidente, se le ha dado una estocada más a la transparencia y a la rendición de cuentas, al montar una oficina análoga al Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP), misma que dependerá directamente del Poder Ejecutivo.
Por otro lado, la Secretaría de Estado en el Despacho de Transparencia (SDT) se encargará de «coordinar, facilitar, promover e institucionalizar la implementación de la Política Nacional de Probidad, Integridad y Prevención a la Estrategia de Transparencia y Anticorrupción», que reza el Decreto Ejecutivo PCM-111-2020, publicado en el diario oficial La Gaceta el viernes 6 de noviembre, es decir, se han inventado un criadero de conejos para ir a cuidar las zanahorias cosechadas y recolectadas por la nueva institución que emitirá los lineamientos generales de transparencia y rendición de cuentas, cuyo cumplimiento por parte de las instituciones públicas, será de carácter obligatorio, por lo tanto, los ciudadanos que ahora requieran cualquier información pública, deberán recurrir a las oficinas de la nueva Secretaría de la Transparencia.
Lo que han hecho puede resumirse en la instalación de una paralela con el Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP) y al Tribunal Superior de Cuentas (TSC), así como el hecho de limitar y aislar al Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) que son los entes encargados de ofrecer la rendición y el acceso a la información pública, además de ser destinada como una institución a la que todas las secretarías tendrán que rendir sus informes de transparencia.
Pero, la apariencia de Hernández es blindarse por los señalamientos de corrupción de su gobierno. Por su parte, en el 2014, logró que el Congreso Nacional aprobara la «Ley de Secretos Oficiales», misma que le ha dado un respiro al ocultar la información pública hasta por cincuenta años en dieciséis instituciones públicas. Es así que para entonces, se podrá nombrar una comisión de peritos forenses y arqueólogos, para que al fin se pueda saber dónde está el dinero.
Lo que no ha podido hacer el jefe de la oficina de apariencias, es desmontar el hartazgo de la gente, la exclamación popular del malestar por las corruptelas de este gobierno que le grita con toda razón. Él, con sus oídos de apariencia, inaugura una oficina de relaciones públicas acompañada del delito, para evitar la persecución y el castigo a la corrupción gubernamental. Está claro que no le interesa higienizar el servicio administrativo del país, ni teniendo los tres poderes del Estado, los cuales, usa únicamente para perseguir al enemigo político, para la imposición de leyes y para darle jerarquía a esa secretaría de apariencias, así como al Foro Nacional de Convergencia (Fonac), todo para terminar de consolidar la batalla, contra la lucha de la corrupción.
Este aborto estatal coincide con momentos especiales, por eso es importante que esta secretaría le dé validez al cuestionado proceso de la reconstrucción nacional que coincide con los efectos del COVID-19 y los desastres naturales, ¡ahora gubernamentales!
Hernández, con su juguete nuevo, pasa las tardes divirtiéndose en la apariencia que lo protege de sus desmanes, en medio de un huracán de señalamientos, sobre una pandemia de impunidad, bajo una emergencia moral, en el centro de una tormenta de escándalos y denuncias de corrupción, que tiene inundado el país con millones de dineros públicos, nadando en las desbordadas y turbias aguas de la caudalosa corrupción.
Pero, él, con la constitución en la mano, pone bajo juramento a gente que se alquila para que los gobiernos dictatoriales y de fuerza impongan su voluntad por encima de la ley, esa que un día juzgará, sin apariencia alguna.