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Los héroes de nuestra narrativa

Todas las personas en este mundo tenemos una narrativa. Un discurso que nos decimos a nosotros mismos y a los demás para validar nuestras acciones. La narrativa tiene por supuesto un sistema de creencias de todo tipo y a todos los niveles. Por esa razón nos afiliamos a una ideología, a un partido político, a un género de música, a un arte, a un artista, a un deporte, a un equipo de ese deporte y a otras muchas actividades.

El conjunto de narrativas individuales construye la narrativa colectiva. Estas dos se coalimentan y se modifican entre sí: tienen una relación solidaria. Las narrativas, por supuesto, también construyen héroes. Antes eran mucho menos visibles, pero en la actualidad lo son mucho más y los llamamos influencers. Los influencers pueden venir de cualquier ámbito, pero casi todos provienen del espectáculo y no son necesariamente ejemplos de vida. O por lo menos no son tan productivos.

El espectáculo ocupa un lugar preponderante en la sociedad del siglo XXI, después de las necesidades básicas trabajamos para el espectáculo: deportes, cine, televisión, internet. Por esa razón son las profesiones mejor pagadas del mundo. No por lo excepcionales que son, no cabe aquí ese argumento, porque entonces los contadores o los conserjes excepcionales también serían los mejor pagados: hablo de las cantidades estratosféricas que se ganan en el mundo del espectáculo.

Aunque el entretenimiento es fundamental para una buena salud mental tiene un lugar demasiado alto en la escala de prioridades, no tanto en el dinero que egresa de las personas como en el grado de admiración e influencia en los valores de los individuo.

¿Cuál es el problema de que nuestros héroes provengan del espectáculo? ¿Cuál es el problema de que sean deportistas, actores, cantantes y youtubers? Porque son los ejemplos que se suelen seguir y estos personajes son productivos la mayoría de las veces solo para sí mismos. Además, nos venden estilos de vida imposibles de llevar para una personas normal. Es distinto, por ejemplo, a cuando los héroes de las narrativas son empresarios o intelectuales: los primeros son focos de desarrollo para las comunidades y los segundos son focos de progreso para las ideas de la humanidad.

El reconocimiento a los buenos empresarios, a los intelectuales y las personas espirituales se suele dar cuando mueren y se da casi como un episodio anecdótico. A algunos ni siquiera les llega ese momento de fama post mortem. Rara vez están encumbrados como figuras notables. Poco a poco en las redes y en excepcionales programas de televisión (principales canales de comunicación masiva) se ha intentado mostrar al empresariado como figuras atractivas y a las que hay que imitar.

Particularmente creo que el mundo está demasiado disperso. La dosis de ficción y fantasía nos está sobrepasando y eso tendrá consecuencias incluso en la política: en las decisiones importantes para la sociedad. La consecuencia más impactante de todo lo dicho antes es que posiblemente un algoritmo ya comenzó a decidir por nosotros.

Lo explico: a través del espectáculo nos entra un contenido vacío; el contenido vacío alimenta nuestra narrativa y eso nos convierte en altamente manipulables, a tal grado que lo que sea que provenga de un algoritmo en internet y se parezca mínimamente a lo que queremos creer lo aceptaremos y daremos como válido.