Columnistas

Votando a ciegas

Desde antes del banderillazo para las elecciones primarias de marzo de 2021, el olor a campaña política en el ambiente ya era inconfundible. Todas las pantallas -portátiles o no- la radio y medios de comunicación escrita, han venido mostrando en sus contenidos los rostros de los principales aspirantes en cada uno de los partidos o facciones en que participan. Al menos en el nivel presidencial, la mayoría de ellos son ya activos participantes en la vida nacional, con más de una elección primaria y general a cuestas. Muy pocos son debutantes y si lo son, también tienen algún recorrido en sus propios espacios de interacción ciudadana.

Las novísimas iniciativas de mercadeo político se las ingenian ya para llenar calles, éter y espacios virtuales con varias caras conocidas, mezcladas con caras nuevas, la mayoría de ellas desconocidas. ¿Quiénes son? ¿Por qué se postulan? ¿En qué creen? En pocas semanas, aún con esta plaga encima, las fotos en postes y vidrios traseros de carros nos sonreirán, las emisoras y las distintas pantallas nos marearán escupiendo tonaditas, acompañadas de numeritos, sobrenombres, mensajes clave y frasecitas para llamar nuestra atención.

¿Qué quieren? ¿Cómo pagan (y pagarán) sus cuentas? ¿A quién representarán realmente desde el Congreso Nacional y corporaciones municipales? ¿Serán presidentes para su propio beneficio, el del país o el de grupos de interés? Con excepción de algunos que se postulan desde las posiciones que ya ocupan, no sabemos casi nada del resto de aspirantes. Hay quienes han “destacado” por su mutismo, pero igual confían en resultar favorecidos por el voto “en manada” (o “cascada”, como dicen los creyentes), efecto directo de la lealtad partidaria y confianza ciega en el cacique (viejo, nuevo o “renovado”) y sus huestes, más que de la publicidad contratada.

Cualquiera sea la motivación de los electores, tanto estos como los y las aspirantes, habrán de superar un sistema en el que la representación popular está vaciada, por la pérdida de una esencial conexión directa y comunicación entre la población y sus representantes. Ni el votante sabe muchas veces por quién está votando, ni el elegido(a) sabe quiénes votaron por él y a quién debería rendir cuentas. Muy distinto al ámbito municipal (“donde todo mundo se conoce”), en el que la precisión de la unidad territorial y poblacional han facilitado la atención de las demandas ciudadanas, la auditoría del desempeño de autoridades y una selección más consciente.

Los actuales distritos electorales departamentales para elegir diputados(as) lucen inapropiados para lograr la cercanía entre electores y representantes que se necesita. La participación de nuevos partidos en las elecciones generales solo hará más difícil esa diferenciación, selección y vinculación.

Así como están las cosas, será como votar a ciegas.