Columnistas

El regreso de la sencillez por el virus

La reapertura programada y el último dígito de la cédula de identidad nos han regresado a los centros comerciales, a los “mall”, y es desolador encontrar muchos negocios cerrados, cancelados, no solo por los cientos de personas que perdieron el trabajo, también por el pequeño o mediano inversionista que con ilusión abrió su negocio y la cuarentena obligada por el virus lo fastidió todo.

Este ambiente casi inactivo también hace notar el cambio de comportamiento del ciudadano: las escasas tiendas de ropa que abrieron apenas reciben unos cuantos clientes; en las zapaterías tampoco hay mucho movimiento; en la librería los mismos de siempre, pocos con fascinación por el conocimiento; y en las dos ocasiones que pasamos frente a la perfumería, no había nadie.

El privilegio se lo llevan los supermercados, siempre hay alguien comprando lo esencial para la alimentación y los infaltables productos de higiene personal.

Y, cómo no, las farmacias, que aparte de las dolencias cotidianas y las enfermedades crónicas, también reciben a alguno preguntando por azitromicina o zinc, por el coronavirus, por si acaso.

Lo mejor de todo es el atuendo de las personas; la emergencia sanitaria, el confinamiento obligado, las salidas restringidas, han desbrozado toda aquella parafernalia que lucen para ir a la oficina, a presumir en los centros comerciales, a derrochar en las salidas nocturnas en bares y restaurantes.

Las chicas han dejado en el clóset los tacones altos, y los salones de belleza cerrados las obligan a peinarse solas o a agarrarse el pelo en una coleta. Los hombres han dejado sus camisas de marca, los presumidos zapatos. Un jean, una camiseta, unos tenis, resuelven el tema. Y aquellas mezclas irreconocibles de perfumes en los pasillos cambiaron por el inconfundible gel de manos, el aroma a alcohol, el desinfectante.

Cómo han cambiado las conversaciones, hace siete meses era impensable discutir sobre mascarillas: que la KN95 es mejor; que preferible la quirúrgica, porque no ahoga; que les gustan más con válvula lateral. Colores para todos los gustos. La escasez y los precios altísimos de los primeros meses pandémicos terminaron, las venden en todas partes y casi son baratas.

Tanto han impactado la crisis económica y la cuarentena, que los impuestos por importaciones de artículos suntuarios -ropa, joyería, perfumes- cayeron hasta un 15%; el combustible en 40%; y los celulares hasta un 8%.

La importación de medicamentos subió 43%, según la Administración de Aduanas.

Queda la tibia duda si la sencillez que ha devuelto el coronavirus, la prioridad de la salud sobre otras cosas, un poco de solidaridad, se instalarán para siempre; o cuando pasen la peste y el tiempo; y el miedo pierda su fuerza, se apoderará de nuevo la vanidad, la banalidad, la impostura, y el valor agresivo de lo material.