Columnistas

De cómo la independencia se ha ido perdiendo

La formación de los Estados nacionales es el resultado de un largo proceso, el mismo culminó con la Revolución Francesa, Revolución Industrial, movimiento de la Ilustración y los movimientos independentistas en el siglo XIX en América. En el siglo pasado se dieron procesos de liberación nacional que fueron acciones liberadoras más avanzadas de las cuales surgieron naciones como China, Vietnam, India y otras, lo que contribuyó al ensanchamiento del número de naciones que hoy día constituyen las Naciones Unidas (ONU).

Todo movimiento social del alcance de la formación de los Estados nacionales, por supuesto, es un salto en la historia humana, pero aquel acontecimiento ya traía el germen de las contradicciones; pronto, por razones históricas y naturales, las naciones con mayor desarrollo sometieron a los países que no lograron a tiempo su desarrollo y crecimiento. Para muchos pueblos, la formación de Estados, en el contexto de la lucha independentista, se fue convirtiendo en una obra más simbólica que real.

En el caso de Honduras, aunque hubo una declaración de independencia, en la práctica, intereses foráneos unidos con grupos criollos fueron dando origen a una independencia mediatizada, que a lo largo de los años ha impedido el desarrollo y, por el contrario, han contribuido a la formación de un país con un atraso alarmante. Lo más grave del caso es que esa condición de independencia mediatizada, en los tiempos de la globalización neoliberal, está poniendo en riesgo la existencia de Honduras como nación.

Las políticas de libre mercado, el debilitamiento de la función estatal, con el concesionamiento de puertos, aeropuertos, carreteras, energía eléctrica, aguas y servicios sociales en educación y salud al capital extranjero y nacional, es una forma como lo público se deteriora haciendo perder facultades al Estado. Una creciente deuda pública que obliga a pagar no solo un elevado costo por servicio a la misma, sino que establece una serie de condicionalidades, limitando decisiones soberanas que en el pasado correspondían al Estado. El Estado hondureño está dejando de ser defensor y promotor del bienestar ciudadano. Las posibilidades de seguir manteniéndonos, aún con bajos perfiles, como nación bajo el principio de libre determinación cada día se debilita más. La independencia, condición necesaria para las aspiraciones democráticas y progreso social, está siendo aguijoneada por todos los costados. No solo es el problema económico que nos agobia. La inseguridad, la narcoactividad y la corrupción, unidas en lógica perversidad, merodean y salpican la función pública, echando por tierra todo ideal de nación, objetivo básico para la existencia de una colectividad próspera.

El país vive para alimentar la ambición y prosperidad de unos pocos, sometiendo a una inmensa mayoría a crueles e inhumanas condiciones. Nos arrebatan el patrimonio natural, limitan las condiciones de vida material, deforman nuestra cultura, y ahora, hasta nos hacen sonrojar cuando pronunciamos: Honduras, libre, soberana e independiente