Columnistas

Carta abierta a los niños de hoy (y de ayer)

Esta es la primera vez, querido lector, que no le escribo a usted (al menos no directamente) sino a los más pequeños que lo rodean, a menos claro que usted sea un niño, asunto que no es tan raro como podría pensarse: yo a mis diez años ya leía artículos de opinión, algunos los entendía, otros no. De todas maneras, no importa, así me enamoré de la lectura y de algunos otros temas. Por supuesto, también es posible que en el fondo le esté hablando al niño que fuimos. En definitiva, no importa si es un niño de hoy, de ayer o de mañana quien lee estas palabras. De todas maneras, le quiero decir que seguro habrá escuchado muchas veces que hay que leer, que es un buen hábito y que trae muchos beneficios. Es más, es posible que en su salón de clases haya una lista de diez beneficios de la lectura o algo muy parecido, pero quizá a usted no le haga mucho sentido. O por lo menos, no ve los beneficios de manera clara y no lo culpo, porque, aunque quien se lo dice tiene razón, posiblemente no le brinde pruebas. Y como ya lo habrá notado en la escuela, este es un mundo en el que queremos comprobar todo.

Yo agregaré a la lista de beneficios uno más, trataré de darle un ejemplo y lo invito a probar si es cierto. Es posible que no entienda el mundo, yo a su edad tampoco lo hacía, quizá no entienda lo que pasa a su alrededor, con sus papás, con sus hermanos mayores o menores, con sus mascotas, con la escuela, con la maestra, con los vecinos, con la sociedad y es normal que no lo haga, porque los adultos creemos que en el mundo solo vivimos adultos, que el mundo es para adultos y ese es un error muy grave. Perdón.

Sucede que a veces los adultos no sabemos cómo explicar algunos temas, y los escritores somos aparentemente los mejores explicando. Primero, porque somos muy observadores, sabemos con detalle lo que sucede alrededor y algunas veces, aunque no tengamos una bola de cristal, podemos saber más o menos lo que sucederá. Segundo, porque pensamos mucho en lo que no pasa, en lo que les pasa a nuestros seres queridos, en lo que les puede estar pasando a nuestros lectores y en lo que pasa en el mundo. No se imagina usted cuántas horas le dedicamos a pensar. Tercero, porque somos muy sensibles, nos duele cuando vemos sufrimiento y somos inmensamente felices cuando las cosas van bien. Nos apasionamos tanto con la vida que inventamos historias y mundos para contar porque una no nos basta. Y aquí está el punto clave, que todos los libros: cuentos, fábulas, poemas, novelas, obras de teatro, tratan de explicar la vida, aunque sea un pedacito de ella. Así, tal vez resolvemos las dudas que usted tenga y si no están en un libro, estarán en otro, o en otro, pero para todo hay uno. No importa que los personajes sean animales, plantas, robots, extraterrestres, monstruos o cualquier otro ser, siempre se parecerán a como actuamos los humanos y, gracias a eso, podemos aprender de ellos. Eso sí, hay que leer muy atento a lo que sucede. Y quiero decirles que, si no toda, por lo menos una gran parte de la felicidad es entender un poco la vida, eso nos ayuda a estar más conformes con nosotros y lo demás. Así me sucedió a mí y soy alguien normal como todos, así que creo que así le puede suceder a usted. Además, de verdad que yo me la he pasado muy bien leyendo, y según me han contado muchos niños, ellos también. Con cariño para los niños de ayer, de hoy y de mañana, Josué