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En los últimos meses ha proliferado todo tipo de comunicación en línea, lo que antes se hacía de manera presencial ahora se hace de manera virtual, sobra explicar por qué. Cursos, diplomados, talleres, carreras y sobre todo los famosos webinar -o en mejor español, seminarios en línea- se anuncian en oleadas a través de los medios de comunicación. Se los ha visto con buenos ojos, sobre todo porque aparentemente le han dado a la mayoría de las personas la oportunidad de mantenerse ocupada, seguir formándose y aprendiendo aún en el confinamiento. Sin embargo, este podría no ser un síntoma del todo positivo.

Lo primero es que parece que a todos se les ha agotado la creatividad en los nombres, todos comienzan con cualquier tema de moderada relevancia que se le venga a la cabeza en este momento y terminan con la frase “en tiempos del covid o del coronavirus”, que por cierto a estas alturas debe escribirse todo en minúscula. Desde allí la mayoría perdió su atractivo. Lo del nombre, a pesar de que pueda evidenciar la falta de sustancia, es lo de menos; lo realmente serio es que concluyen, sea cual sea el rubro, en que hay que reinventarse. Vamos, lo obvio. ¿Hay algo que no deba hacerlo en este fenómeno global? Hasta la persona con menos preparación académica que dirige un humilde negocio lo sabe. No le da palabras pomposas, pero sí su realización práctica.

Sé que hay muchas razones por las cuales han aumentado este tipo de formaciones. Las instituciones no quieren perder visibilidad en medio de una situación en la que bien podría quedar soterrada en medio de tanto que se dice. Por otra parte, ha sido una manera de mantener ocupados a algunos elementos de su recurso humano. Por último, puede tratarse de una manera desesperada de tener alguna leve sensación de normalidad, de retorno.

Algunos de ellos (seminarios web) han sido realmente útiles para aprender a vivir en estos tiempos en los que el mundo se torna tan distinto, pero otros (la mayoría) no tanto, serán solo un par de horas en medio de una, cada vez más eterna, red de datos globales.

Al principio dije que podría no ser un buen síntoma, ahora lo explico. Pienso que es solo una muestra más de que el mundo ha perdido el sosiego, de que está desesperado por volver al circuito. El sistema, que somos nosotros mismos, es incapaz de dejarnos ir a leer un par de novelas o de dedicarnos un tiempo de verdad para nosotros, por ejemplo. Nos necesita frente a las pantallas. La evidencia es que el tráfico de datos ha aumentado considerablemente y no todo es por teletrabajo. No es que sea algo planificado, es posible que hasta sea inconsciente, pero eso no cambia ni justifica su naturaleza. Lo peor es que si este tipo de formaciones han surgido y se han mantenido durante estos meses es también porque hay una demanda, internet es un mercado y funciona exactamente de la misma manera. Es decir, que estamos aceptando ese contrato tácito y lo extendemos constantemente. Deberíamos ser capaces de pensar algunos hechos por nosotros.

Está bien si por este año las cosas son distintas y no asistimos a seminarios, a conciertos, a festivales, a partidos de fútbol; está bien si nos recogemos un poco, primero nos repensamos y luego volvemos al mundo. Y la verdad es que lo esencial en nosotros no ha cambiado ni cambiará, lo práctico y lo aparente, por su parte, se resuelven con suficiente sentido común.