Columnistas

El pueblo de hondureño tiene muchas morbilidades, aquí abunda el dengue que hace fiesta de todos nosotros porque las autoridades no han puesto orden en la casa al exigir —sí, exigir— al pueblo las medidas más simples de sanidad; destruir los criaderos del zancudo Aedes aegypti, el zika deja microcefalia y la chikunguña hace su destrozo tal como le corresponde, este pequeño insecto hematófago produce tres enfermedades. Lo mismo ocurre con la malaria que postra a miles de ciudadanos y que provoca la muerte por la enfermedad causado el protozoo parásito Plasmodium que es transmitida por la picadura de un insecto del género Anopheles, este protozoario se enquista en el hígado y provoca grandes daños hepáticos.

El parasitismo intestinal provoca la muerte a través de diarreas profusas. La diabetes, la hipertensión, enfermedades coronarias, renales hacen su trabajo eficientemente y ahora tenemos un nuevo azote que está matando y cambiando el estilo de vida del mundo, la pandemia de coronavirus, llamada comúnmente covid-19. Además de tener estas morbilidades que provocan mortalidad tenemos el daño que provoca el peor de los cánceres; la maldita corrupción que viene a ser un cáncer que se enquista en la sangre de los que la practican, en el cerebro y el corazón corrompido, no les importa un comino matar para obtener lo que desean, el billete mal habido, ese que los catapulta a mansiones, lujos, viajes, trajes finos y exquisita comida. Mientras la inmensa mayoría está enjaulada en sus hogares, una cúpula política y empresarial hace pingües negocios a costa de una emergencia donde no se rinde cuentas del billete utilizado en este menester, y se lamen los bigotes cuando los que nos gobiernan hablan de emergencia.

Los presupuestos canalizados para que las diversas secretarías de Estado realicen las actividades que les compete se paralizan porque se giran instrucciones a través de los famosos PCM que un porcentaje debe desviarse al fondo de emergencia para enfrentar la pandemia, y son millones de lempiras desplumados que llegan al arca llamada emergencia, se autorrecetan nuevos empréstitos con la banca internacional y nacional dejando cada día más acabados y pelados los bolsillos de todos los contribuyentes. Matan el futuro de la mayoría, ya no habrá los 94 centros de salud y hospitales prometidos, ya no habrá educación para todos, ahora tenemos un país dilapidado y las cosas necesarias para medio vivir se hacen escasas y caras, precios que no volverán a bajar porque en Honduras todo lo que sube nunca baja y aunque el precio del crudo haya bajado a nivel internacional aquí pagamos como si la carestía de éste todavía existiera.

Somos un país de hombres y mujeres sumisos, nos han robado hasta la esperanza, la política ha idiotizado una inmensa masa de hondureños que aceptan la reelección, que gritan en caravanas porque les dan cincuenta lempiras, una burra y una bolsa solidaria. Hoy se roban el dinero de los hospitales móviles, hoy se roban el dinero para la compra de medicamentos, insumos y cada día el cáncer de la corrupción cobra vidas exquisitas porque no hay nada de lo que se necesita para enfrentarnos a esta terrible enfermedad porque los entes que deberían actuar están atados de pies y manos por un deficiente Tribunal Superior de Cuentas que corre a proteger a los políticos que los han puesto ahí para que sus fechorías sean tapadas. Dios te salve dice la oración, pero el cáncer de la corrupción nos lleva la vida, las esperanzas y ante todo nos deja los bolsillos volteados, mejor sigamos orando, “Padre nuestro…”.