Columnistas

Las Fuerzas Armadas son nuestras. Institución hecha de pueblo. Creada para defender los intereses de la nación, las Fuerzas Armadas son pueblo. Detractores tiene. Hay quienes al menor motivo, peor si es grave, desatan sus frustraciones y odios, sea por ideologías, gomas, desinformación y también por lo que resultan ser actos ciertos con visos de corrupción o abusos de autoridad. ¿Quién puede aprobar el despilfarro en barquitos y avioncitos que para nada nos sirven, menos si quedan en avioncitos de papel como unos que “volaron” hace décadas? Y no son decisiones de las FF AA. Conste. Si no de su comandante en jefe. Tal vez lo celebre algún “comisionista”. No hay que ser oposición al gobierno para ver mal semejantes desafueros. Indigna tanta lata parada oxidándose y pueblo, hermanos e hijos de miembros de las FF AA padeciendo desnutrición y analfabetismo. Algo esta al revés. Y no son nuestras FF AA. “Números” se equivocan, como en todos los partidos políticos, gremios e iglesias. Entonces sobre ellos, individualmente, debe caer la sanción y la vindicta popular. No sobre nuestras FF AA.

A raíz de la gracia personal del soldado bailarín que le valiera inmerecido castigo irracional, es de interés público conocer: si se siguió el debido proceso para aplicárselo. ¿Es ese el trato que se da a los jóvenes que en estos tiempos buscan integrar nuestras FF AA en vez de la 13 o la 18? La rectificación que se dé siempre es positiva, pero no desaparece la inquietud: ¿cuántos casos similares no trascienden? ¿A cuántos jóvenes les truncan sus sueños en nuestras FF AA en vez de ayudarles a realizarlos? ¿Quién supervisa a lo interno y vela por castigar los abusos de autoridad?

El general Moreno, militar que honra el uniforme, debe ordenar la inmediata revisión no solo de esta actuación en particular, sino de toda la legislación militar y de su aplicación, de forma que bajo una supuesta legalidad no se cometan actos ilegítimos que avergüencen a nuestras Fuerzas Armadas. Y a nosotros