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Enseñanzas aprendidas

a prevención y planificación son esenciales para impedir la propagación, reduciendo el número de infectados significativamente. El gobernante salvadoreño actuó de manera pronta y decisiva y su país, a diferencia de los vecinos, ha logrado minimizar el impacto devastador del coronavirus.

Esta pandemia ha revelado lo mejor y lo peor del hombre: la solidaridad demostrada por médicos, enfermeras, Cruz Roja, socorriendo a pacientes en el proceso, arriesgando la su salud. Los primeros, en su mayoría, han hecho honor al juramento hipocrático. Ciertos comerciantes han aprovechado la emergencia para especular con los precios de alimentos y productos de higiene personal, revelando su insaciable afán de lucro, actuando de forma parasitaria.

Es de lamentar que no se ha renovado el convenio de asistencia en salud con Cuba, nación que en previas catástrofes ha estado presente con brigadistas y fármacos, varios de ellos elaborados en esa república que impulsa la investigación biomédica con resultados efectivos.

La emergencia fue aprovechada, de manera ventajista, para utilizar las aportaciones estatales y la deuda con el Instituto Hondureño de Seguridad Social, supuestamente para la construcción y equipamiento de hospitales y centros de salud, vía contratación directa, sin licitación, maniobra repudiada por diversos sectores. El CNA fue excluido como veedor, lo que se explica por resultar un ente incómodo para los círculos oficialistas. El director de la Pastoral Social Caritas de Honduras, sacerdote German Cálix, declaró: “Es éticamente exigente que los fondos sean utilizados para los fines que fueron destinados, una autorización inadecuada de esos fondos tendría que ser penada drásticamente por la ley, porque se está jugando con la vida de la población” (EL HERALDO, 17 marzo 2020, p. 19).

Se requiere una reorientación de las prioridades en el gasto público: compra de armamentos o medicamentos, adquisición de equipos antimotines o construcción de escuelas. Siendo una de las naciones más pobres del planeta, no podemos darnos el lujo de endeudarnos cada vez más, en carreras armamentistas que ni curan ni alimentan ni educan.

No olvidemos que, además de la presencia del coronavirus, continúa imparable el deceso de compatriotas debido al dengue, que hasta ahora ha cobrado al menos doscientas víctimas, sin implementarse, tanto por las autoridades como por los vecinos de barrios y colonias, limpieza de solares, descarte de llantas, recolección de desechos.

Trastornos de personalidad: soberbia, prepotencia, orgullo, vanidad, asumidos por quienes acumulan riqueza y poder, se ven reducidos a la impotencia por zancudos, virus, bacterias, desnudando la fragilidad humana, que olvida la temporalidad de nuestra existencia, la que puede ser aniquilada en cuestión de días por un insecto o por microorganismos.

Ojalá que la actual crisis sanitaria, que definitivamente ya presenta fuertes repercusiones económicas, sirva como un aldabonazo a la conciencia nacional, y reflexionemos -con voluntad de cambio- respecto al rumbo actual de Honduras, prisionera de la corrupción e impunidad, cautiva de un modelo económico que ahonda la desigualdad y la conflictividad entre las clases sociales, para beneficio de élites y detrimento de las mayorías

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