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Existencialismo laboral

Debo confesar que mis párpados cargan con muchas horas de lecturas de Albert Camus, Franz Kafka, Miguel de Unamuno, Sartre y otros clásicos literarios existencialistas que, por supuesto, han influido mi manera de interpretar la vida y el mundo, junto a otro gran grupo de escritores con visiones diferentes de lo planteado por estos. Creo que los párrafos siguientes tienen una íntima relación con las lecturas de estos autores mencionados.

Escuchaba un día a Fortea, un sacerdote cuya fama consiste en ser exorcista, ya sabemos que todo ese mundo de “lo oculto” causa una enorme fascinación entre muchas personas, pero que es también, a mi gusto, un pensador de altísimo vuelo. Me quedé con unas palabras que resonaron durante muchas horas en mi cabeza. Dijo más o menos que ni siquiera el monje más estricto era capaz de hacer los enormes sacrificios que a veces una persona hacía por su trabajo o por escalar posiciones.

No quiero que se me malinterprete, el trabajo es un medio no solo de subsistencia, también nos dignifica como seres humanos y, por supuesto, muchas veces nos dejará con un gran agotamiento. Eso no está mal, el trabajo puede ser así. Pero me refiero a cuando ya el trabajo deja de ser la manera de ganarse la vida y se transforma en una célula que consume todo lo que se hace y la familia, la actividad lúdica, la serenidad y la felicidad misma quedan carcomidas por lo que se hace.

Y hablaba en el primer párrafo del existencialismo porque pensar esta situación en la que hay personas que viven solamente para el trabajo y sus demás dimensiones y formas de vida quedan enterradas me ha conducido a las preguntas, no sé si centrales del existencialismo, pero quizá las más evidentes y las más frecuentes: ¿por qué? ¿para qué? ¿tiene esto algún sentido?

Muchas veces ni siquiera es el puesto de trabajo quien impone esas exigencias, sino quien llega a ese puesto de trabajo, tal vez esa necesidad de ascenso y de ganar más dinero detrás de razonamientos muy nobles y lógicos como que los niños deben tener lo mejor o porque yo no lo tuve o porque correrán tiempos difíciles. También está el ego de por medio y un concepto de éxito bastante retorcido que ha impuesto la sociedad. Es posible que un día la familia ame más al padre o a la madre que respondieron a sus necesidades humanas más profundas que al o a la que simplemente traía dinero a casa. Es más, puede que la misma vejez un día se lo reclame.

El trabajo es siempre un servicio social, por lo que debe ser realizado con el mejor ánimo y con una alta efectividad. La oración anterior intenta decir qué es lo que se necesita para que la sociedad y el mundo laboral funcionen de la mejor manera, y si se da cuenta no están las palabras sacrificio o desvivir. También es posible que algunos estén sobrecargados, pero ese es un error porque la mitad de lo que se necesita para que el mundo funcione bien tiene que ver con lo que se hace en el trabajo, pero la otra mitad tiene que ver con la familia. Debemos tener suficiente ánimo y energía para ambas actividades. Por supuesto hay una variable más de por medio: los vicios, que son la primera bacteria de la sociedad.

Creo que hay algo que puede llegar a ser considerado como un valor: vivir la vida con serenidad. El mundo y nosotros mismos deberíamos darnos la oportunidad de llevar nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra familia en la más reposada serenidad.