Columnistas

Del coronavirus y otros menos ruidosos

La gripe, esa afección que nos acatarra, afiebra, aplasta, es tan común que la gente extraña cuando no la sufre en meses, y apenas se entera que cada año mata a unas 665 mil personas en el mundo, sin que haya escándalo. Ahora, abruptamente aparece un coronavirus y es una convulsión internacional.

¿Por qué tanto alboroto? Los que saben de esto nos han advertido que se pasa fácilmente y, bueno, surgió en China, protagonista inevitable de un conflicto geopolítico, hegemónico, con los Estados Unidos, y cualquier tema, desde la soya hasta celulares, se convierte en una guerra comercial, mediática. Si fuera en Inglaterra o Francia, la historia se contaría diferente.

En fin, este germen que pertenece a una amplia familia de coronavirus ya tiene nombre, que suena a nave espacial, Covid-19, y aparte de su abrumadora capacidad de contagio y mutación, las alarmas saltaron porque también han fallecido personas por su culpa, aunque solo sea el 2% de los infectados, inferior a otras pestes que nos azotan en estos tiempos.

Más silenciosas, las cifras anotadas del dengue en 2019 solo en nuestra América son impresionantes: más de tres millones de personas enfermaron por la acción del temido zancudo, y fallecieron 1,538 pacientes, de acuerdo a la OMS. Así, sin mucha campanada, la plaga aumentó 30%, el mayor registro en la historia reciente, que ya tenía el epidémico 2015.

Mientras nos escandalizábamos por el coronavirus en China, el dengue se ensañaba en América, solo en enero más de 125 mil casos y 27 muertos, sin declarar al Aedes aegypti como enemigo público, y aunque nos aterrorice verlo zumbar con sus patas de anillas blancas. Sin olvidar el chikungunya y el zika, devastadores.

Y es que todos los que vivimos en el trópico (América Central y Sur, África Central y Oeste, sudeste de Asia) estamos bajo riesgos indecibles y todavía desconocidos, por la infinidad de virus que se propagan entre tantos mamíferos que tienen su hábitat en la exuberante naturaleza de esta zona del planeta; ya lo sabemos, muchas de esas enfermedades pasan de animales a humanos: influenza porcina y aviar, ébola, VIH y el también coronavirus SARS.

Desde el año pasado la OMS advirtió que podrían producirse pronto enfermedades víricas, terribles, que fácilmente serían epidemias, como el ébola o la gripe, aupadas por conflictos armados de larga duración, emigraciones forzadas, Estados frágiles, más los viajes rápidos en avión, y calculó datos escalofriantes como 80 millones de muertes en 36 horas.

Los hondureños, contagiados por el nerviosismo mundial, temen al Covid-19 y recelan de los compatriotas que han regresado de Asia, y a un tiempo recuerdan la precaria sanidad pública del país y los rincones multiplicados de la pobreza, que facilitan la tragedia.

Solo falta esperar que las medidas de prevención funcionen, o que la amenaza viral no se acuerde de nosotros.