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Dos conversaciones sobre el matrimonio

En el 2020 asistiré al matrimonio de cuatro amigos que el año pasado estuvieron en mi boda”. Luis me comentaba esto con su cara radiante. La alegría del amor presente en un matrimonio es contagiosa y en este caso el ejemplo de dos recién casados devolvió a sus amigos la confianza en un compromiso para toda la vida. Cada matrimonio celebrado es una apuesta a la capacidad del hombre y la mujer de tocar los valores más altos y nobles. Este matrimonio amigo está a la espera del nacimiento de un hijo. En la conversación citada, su padre me decía: “El mejor regalo que puedo dar a Luis, mi futuro hijo, es proponerme ser una mejor persona, ser un mejor papá”. La responsabilidad sentida por esa nueva vida lleva a los padres a dar lo mejor de sí mismos. Esa responsabilidad, lejos de hundir y agobiar, es una tarea que enaltece. La espera de un nuevo nacimiento lleva a los padres a soñar lo mejor para sus hijos.

Dios tiene una idea del matrimonio que ha grabado con su mano creadora en la misma constitución de la persona humana… el matrimonio no es como una ley a la que el hombre debe someterse o un ideal hacia el que tender. Para las personas llamadas por este camino, el matrimonio es la íntima verdad de su realización como personas.

El amor verdadero siempre es una buena noticia. El amor es entregarse, es salir fuera de sí, es olvidarse de lo propio para llenar de felicidad al otro. Es, al mismo tiempo, extasiarse con la belleza y acoger agradecido el don de sí de la persona amada. El compromiso de entrega en el matrimonio es como un sol en el que renace la esperanza para el mundo. Pero como ese compromiso debe durar en el tiempo, es necesario renovarlo a diario, aunque a veces no resulte fácil. Es más, el amor auténtico se refuerza en lo costoso y en las dificultades.

Además de la entrega de todo lo propio, el amor tiene como características la unidad, la indisolubilidad y la fecundidad. Que dicho en otras palabras sería como decir que el amor auténtico lleva a sumergirse, a unirse para siempre con la persona amada y a recibir con responsabilidad los frutos generados por este amor. En el matrimonio no basta coexistir, hay que convivir. Y esto no es posible si no hay nada en común. Hay que compartir gustos, ideas, valores. No basta que los cuerpos estén juntos si las almas están separadas. Para la armonía matrimonial es fundamental la comunicación. El hablar y aclarar las cosas.

En otra conversación aprendí de forma práctica que el amor es una entrega diaria. Un buen amigo se propuso dedicar todos los días cinco minutos a pensar en su esposa. En ese tiempo trata de adivinar detalles para hacerle la vida más agradable a ella. En el poco tiempo que lleva mi amigo de vivir este propósito se le han ocurrido formas insospechadas de mostrarle el cariño a su esposa; desde adelantarse para servir, sin que se note, aunque se esté rendido después de un duro día de trabajo hasta enviar por WhatsApp un mensaje cariñoso durante el día. Alguien me decía hace tiempo “el amor se piensa”. Esto significa que para amar es necesario esforzarse por conocer más y mejor cada día a la persona amada. Se comienza con el conocimiento y se llega a la identificación de las voluntades y los corazones. Ya no se vive más que para dar gusto a la persona amada

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