Roberto está corriendo en las calles internas de su colonia de residencia en Tegucigalpa. Son los primeros días del año y se encuentra con los adornos navideños en las calles y pocas personas le saludan. Aparentemente es alguien que intenta recuperar la forma física después de los días de fiesta llenos de celebraciones. Sin embargo, él se convence cada vez más que las tres veces por semana que sale a las calles de su colonia para ejercitarse le ayudan a adquirir hábitos y ser más disciplinado. La conquista de las virtudes, hábitos buenos, es un aspecto crucial en nuestras vidas. Los estudios demuestran que las personas con mejor autocontrol (o autorregulación, autodisciplina o fuerza de voluntad) son más felices y saludables. Son más altruistas, tienen relaciones más fuertes y más éxito en sus carreras; manejan mejor el estrés y los conflictos; viven más tiempo; se conducen alejados de los malos hábitos. La ética, la responsabilidad en el propio trabajo, el respeto de las leyes o mantener nuestros compromisos se resuelve en última instancia en prácticas cotidianas que nos van construyendo como personas.
Sabemos que podemos adquirir virtudes por nuestra cuenta cuando tomamos la decisión de repetir con cierta frecuencia determinado comportamiento bueno. Los estudios demuestran que si hacemos partícipe de nuestra decisión a una persona que juegue el rol de entrenador o de “coach” las posibilidades mejoran considerablemente. Todo está en nuestra capacidad de mantener de forma constante esta decisión a lo largo del tiempo y de la cercanía de alguien que nos escucha y encuentra los motivos adecuados (brinda la motivación) para que perseveremos hasta alcanzar nuestra meta.
¿Por qué adquirir hábitos puede transformar Honduras? En mi experiencia de algunos años formando en virtudes, compruebo una y otra vez que las personas que se enfocan en ser mejores crean la actitud adecuada para rechazar el pesimismo, el victimismo y la mentalidad conformista. De alguna forma, los cambios positivos que observan en ellos mismos transforman su visión de la realidad, su trabajo esforzado en el día a día les lleva a llenarse de optimismo. Lo que para una persona sin virtudes es un panorama sombrío y sin oportunidades, para una persona virtuosa, rica en buenos hábitos, se transforma como por arte de magia en el escenario para hacer el bien y ayudar a los demás.
Estoy convencido que la riqueza o pobreza de nuestro país no se puede medir por la cantidad de recursos que tengamos o nos hagan falta. La pobreza de una persona es fundamentalmente la actitud con que afronta los retos que le presenta la vida. No existe peor miseria que la de malograr la existencia sin esforzarse por ser mejor. Por esto estoy convencido de que cualquier ayuda que prestemos a los demás por ser virtuosos redundará necesariamente en darle las herramientas no solo para ser mejor persona sino para convertirse en un agente efectivo para transformar la sociedad.