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El pretexto para justificar una guerra

El pretexto es aquello que se anuncia como motivo, pero que, en realidad, oculta una verdad que no se hace pública. En general, como todos los hechos sociales, las guerras tienen causas económicas, políticas y sociales, pero estas causas, en la guerra, no se esgrimen, se justifican más con pretextos que pueden generar una situación emotiva que son capaces de producir una carga emocional que terminan por justificar los conflictos bélicos. Los pretextos, en la guerra, son mentiras disfrazadas de verdad para ocultar intenciones perversas de dominación. La Segunda Guerra Mundial se inició en 1939 con un incidente conocido como Gleiwitz. Un grupo armado vistiendo uniformes del ejército polaco tomó una radioemisora en una localidad alemana fronteriza con Polonia, en la toma se asesinó a una persona y se difundieron mensajes a la población de origen polaco para que se sublevara contra Hitler. La prensa nazi le dio amplia cobertura a este hecho. Cuando finalizó la guerra, en 1945, en los Juicios de Núremberg, quedó establecido que este hecho al igual que otros fue una acción montada para justificar la invasión alemana a Polonia, con lo cual se inició la Segunda Guerra Mundial, que le costó a la humanidad la pérdida de 55 millones de personas.

Cuando Estados Unidos invadió Irak en 2003 lo hizo bajo el pretexto de que el gobierno de aquel país estaba desarrollando armas de destrucción masiva y que, por lo tanto, era una amenaza directa a sus vecinos, a los Estados Unidos y a la comunidad internacional. Cuando la guerra finalizó, la situación de las armas químicas ya estaba clara, no había armas de ese tipo en el país ni había condiciones para crearlas. El conflicto terminó con la muerte de más de 200 mil civiles iraquíes y la pérdida en vidas humanas de unos tres mil soldados de Estados Unidos, más los daños a la infraestructura y al patrimonio cultural que fueron devastadores. Nuevamente, estamos ante un escenario peligroso, los especialistas en crear conflictos, bajo determinados pretextos, están poniendo en movimiento su maquinaria de guerra. Donald Trump, en nombre de la democracia, la civilización occidental y cristiana, ha declarado, como en efecto lo hizo, que ordenó la muerte del general iraní Qasem Soleimani “para proteger al personal estadounidense en el extranjero”. No ha mostrado ninguna prueba de los planes del general iraní en ese propósito, pero la materialización del acto criminal se llevó a cabo, desconociendo toda la legislación internacional y dando muestras de ser ellos, los norteamericanos, una especie de policías del mundo. Ahora vienen las consecuencias de un acto de irresponsabilidad con consecuencias globales. El combustible ya subió de precio, ya se ha producido un nerviosismo en los mercados y sistema financiero, las medidas de seguridad aumentarán, vendrán los odios y actos de venganza que generarán más actos de violencia y muerte. Trump, pensando que combate al terrorismo internacional con sus bravuconadas y provocaciones, socava la estabilidad de su propia nación y pone en peligro la paz mundial.