Columnistas

Hacia un neomedioevo

La Edad Media es quizá la época con la que más prejuicio se tiene. Se le relaciona con la intolerancia religiosa, con el poco avance de la ciencia y se dice de ella que ha sido una época muy oscura para la razón, sin embargo, a pesar de que no puedo decir que lo anterior sea del todo falso, sí es cierto que se habla de ella con mucha imprecisión y se la juzga desde nuestra actual cosmovisión y actuales presupuestos intelectuales.

Cada época de la humanidad ha creído que es el punto más alto de la existencia del hombre. Hoy, en el siglo XXI, solemos creer que estamos por encima de épocas anteriores y que nuestro mundo es mejor que el que heredamos y el que hemos de heredar.

Lo mismo se pensaba en el mundo semita, Grecia, Roma, en el Renacimiento y en la instalación del mundo moderno.

Según su juicio, no estaban equivocados, aunque siempre hay contrapesos dialécticos que son los que lógicamente empujan el próximo cambio social.
Irónicamente, una sociedad que rehúye de la Edad Media está encaminada a convertirse en una nueva versión de ella.

Al Medioevo se le reconoce por su exacerbada religiosidad y consecuente teocentrismo que no tiene aparente relación con lo que está pasando en el mundo actual porque es más bien alejado de la religión y de todo aparato de origen divino. Sin embargo, la religión jugaba un papel en el sistema de dominación y el sistema era más importante que la religión en sí misma, es decir, no miremos el medio sino el fin.

Hoy contamos con un aparato de dominación incluso superior a la religión de aquellos siglos y con un aparato ideológico más dominante que el cristianismo mismo. Está disfrazado de libertad y respeto.

Hace un par de meses, el CEO de una importante red social admitió que vetó anuncios provida en Irlanda en su plataforma, mientras se realizaban las campañas para el referéndum sobre el aborto, lo que pudo (y seguramente así fue) afectar los resultados que al final terminaron siendo favorables al aborto.

El anterior ejemplo ilustra la manera en la que poco a poco vamos cayendo en la intolerancia y en la severa restricción. Estar contra el aborto, cuestionar la ideología de género o temas de inclusión, tener una idea política distinta de la mayoría es tan complejo en la actualidad como una vez lo fue tener ideas opuestas a la religión en el Medioevo.

Alguien cuestionará que al comienzo dije que lo que existían eran muchos prejuicios contra la época medieval y ahora estoy describiendo un sistema con esos principios, pero no estoy diciendo que lo que pasa en la actualidad es lo más terrible, como tampoco lo fue en aquella época. Simplemente está mal.

Quizá solamente se trata de lo que yo llamo el Síndrome del Reformador. Este consiste en lo siguiente: imaginemos que en una institución donde la mayoría actúa negligentemente el jefe deja de ser permisivo. La institución es un desastre debido a la negligencia de la mayoría de sus integrantes, y no hay otra manera de reformar que la severidad. La severidad de las reglas abarca a todos, a negligentes y diligentes y a todos les causa molestia. Es tan severo que ahora tampoco funciona bien, los diligentes consideran injusta la severidad.

Tal vez existe el temor de que la sociedad pierda la libertad que poco a poco se ha ido consiguiendo y por eso actúa de manera tan agresiva con aquellos que pensamos de manera diferente.