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Los árboles que faltan

Los mataría del susto encontrarnos de repente con un jaguar en las selvas hondureñas, y no sería menos aterrador para él, el félido más grande de América, víctima del hombre, que pierde territorio, vida, por la deforestación implacable; la misma que enrarece el aire, escasea el agua.

Repiten como un mantra que nuestro suelo es de vocación forestal ¿De qué sirve? Muchos destruyen y a pocos les importa: incendios devastadores, taladores ilegales, invasiva agricultura, incontrolables cultivadores de palma, ganaderos inconscientes, leñadores necesitados, y si no bastara, el gorgojo descortezador.

El Instituto de Conservación Forestal (ICF) no ajusta, sin logística ni guardias; sin respaldo municipal y la indiferencia de fiscalía y tribunales. El jaguar, sagrado entre los mayas, pierde los 50 kilómetros cuadrados de territorio que acapara, marca y defiende, como abusivo terrateniente.

Los áridos números dicen que hace cincuenta años teníamos siete millones de hectáreas de bosques, cubrían un 65% del país; cada año se pierden más de 23 mil; la resta nos deja con un poquito más de cinco millones de hectáreas, un 48% del territorio.

Científicos calculan que se necesitan 22 árboles para producir el oxígeno de una persona, ¿cómo saben? Contrastaron el consumo humano de 360 litros de aire por hora, unos ocho mil por día.

Aunque todavía hay en el mundo 422 árboles para cada uno, la deforestación alarma.

¿A qué viene todo esto? A que la escasez de agua es una verdad abrumadora en varias ciudades, especialmente en la capital, y cuando se buscan las causas, se recuerda la necesidad de represas que guarden las lluvias, el deterioro de las cuencas actuales, y la falta de árboles.

Este año también se perdieron las cosechas, hasta un 40%: maíz, frijoles, arroz, café; en Olancho, Choluteca, Valle, Yoro. Al pensar en la sequía, mencionan el cambio climático, deficientes sistemas de riego, escasa tecnología agrícola, y la falta de árboles.

Es más fácil encontrar un ladrón en la esquina que un jaguar en la montaña; pero también sufren muchos animales de corral, que a su pesar nos proveen carne, leche y huevos: hambrean y enflaquecen, sin pacer, sin picotear, por escasez de alimento. En busca de respuestas aparece la necesidad de agua, y la falta de árboles.

Si casi todo tiene que ver con la falta de árboles, hagamos algo loco y replantemos el país, como ya hicieron otros atrevidos. Etiopía, más pobre, hace un mes plantó 350 millones de árboles en 12 horas; en India plantaron 50 millones en 2016; Irlanda plantará 22 millones anuales durante dos décadas.

Solo un detalle: los árboles no se siembran, se plantan; se siembra con semilla, no con ramitas o esquejes. En fin, hagamos por una vez algo a la vez, reforestemos Honduras, recuperemos el territorio del jaguar y el aire que respiramos. ¿Quién llevará la voz?

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