Nuestros próceres meditaron acerca de la doble emancipación lograda de España en 1821 y de México en 1823. Concluyeron que la misma debía ser defendida y profundizada, para así consolidarla. La mera proclama independentista no garantiza su continuidad en el tiempo.
Cuando en 1838 la República Federal de Centroamérica se fraccionó en cinco entidades políticas separadas, se percataron de que inexorablemente la independencia se debilitaba al romperse la unidad original, dando paso a estados débiles, sin capacidad de enfrentar las ambiciones imperiales inglesas. Pasemos revista a algunas de sus reflexiones.
El redactor del Acta del 15 de septiembre escribió: “Una nación sometida a otra será pobre e ignorante”; “Una nación sometida a otra debe ponerse en estado de defensa desde el momento en que se pronuncia independiente”; “Una nación sometida a otra es preciso que sea ignorante y pobre. Tiene interés en su ignorancia y pobreza aquella en cuyo gobierno está sujeta”; “La independencia de una nación se consolida interesando en su justa causa a los individuos que la componen” (José del Valle).
El primer Jefe de Estado de Honduras afirmó: “...el espíritu público aún no ha llegado al grado de perfección a que debe llegar para que la independencia y las instituciones que hemos adoptado produzcan todos los bienes que deben producir y que columbramos aún a distancia harto remota” (Dionisio de Herrera).
El fiel e inclaudicable morazanista que intentó reconstruir la unión ístmica se pronunció así: “En las circunstancias actuales la primera necesidad del país es conservar su independencia, su integridad mutilada y amenazadas gravemente por el fraccionamiento del gobierno general y la debilidad y aislamiento de pequeñas y absolutas soberanías”; “¿De qué habría servido la emancipación, el rompimiento del lazo de familia con nuestra madre patria, si hubiéramos de sucumbir a las exigencias, a los ultrajes y a la absorción de nuestros derechos y de nuestros territorios más importantes por las agresiones continuas de la ambición y de la capacidad exterior sobre los restos de la primitiva República?” (José Trinidad Cabañas).
El conocer la vida, hechos, circunstancias y pensamiento de nuestros pro-hombres, los padres fundadores de la nacionalidad, debería ser materia de estudio para jóvenes y adultos, para gobernantes y gobernados, particularmente, cuando está próxima la conmemoración del bicentenario, que encuentra a una patria postrada, sojuzgada, intervenida.
Así tituló Filander Díaz Chávez uno de sus libros: La independencia de Centroamérica, dilatado proceso de liberación nacional.