Columnistas

Aún no miramos lo esencial

Es importante que cualquier país haga literatura sobre sus héroes y nosotros lo hacemos poco. Hay algunos célebres personajes que no aparecen en una sola novela, en un solo cuento, en un solo poema.

Quien más fortuna ha tenido es Francisco Morazán, protagonista de un par de novelas históricas y muchos poemas. Incluso de él podemos decir que hay escasa creación y, sobre todo, muy poca ficcionalización. Nos atrevemos a jugar muy poco con su figura, como si tuviéramos miedo de mancharla o dejar de contar lo esencial de él.

Pero nadie mejor que la literatura para decirnos lo cierto a través de lo tal vez falso, y se dice falso porque es cierto que Otelo nunca existió, pero si es verdad que los celos consumen y matan; y también se puede afirmar que, aunque Frankenstein y el doctor Víctor no pueden ser llamados reales, al menos en el más estricto de los significados, ¿no es el hombre quien tiene afán de dominar la ciencia y de crear la vida?

Lo que pretendo es explicar que a pesar de que la figura de Francisco Morazán es, sino recurrente al menos presente en la literatura hondureña, hay más de contar historia (así sin artículo) que de crear literatura.

Un estudioso estadounidense Werner Mackenbach en su ensayo “La nueva novela histórica en Centroamérica” hace una comparación entre lo que se entiende como la novela histórica tradicional y la nueva novela histórica. Cita a varios autores, entre ellos Menton que hace una propuesta de rasgos distintivos entre los ya citados tipos de texto.

En la nueva novela histórica, es preferible la presentación de ideas filosóficas en lugar de reproducciones miméticas del pasado. No halla imperativo que se reproduzca un hecho determinado para contar lo que sucedió allí.

En la novela histórica tradicional hay un apego a la mímesis de los hechos, el autor presupone que al cambiar los acontecimientos cambiará su enunciado en cambio el narrador de la nueva novela histórica centroamericana propone que no es necesario, por ejemplo, mimetizar la batalla de Las Charcas para proponer a Morazán como héroe, esto incluye desde relatar fidedignamente como fue hasta los personajes que se incluyen. Ya sea en la misma batalla contada de otra manera, en una ficticia, en una fantástica incluso, o en otro hecho se puede heroizar la figura de Morazán. Si el enunciado es “Morazán es héroe” o “salió victorioso”, no importa de qué manera se relate.

La poesía dedicada a Morazán es prácticamente un canto a su imagen, una semblanza gloriosa (atención al adjetivo) construida a través de adornadas figuras literarias. Dado que es el prócer más importante de Honduras es natural que la poesía sea de este tipo, sin embargo, es necesario apuntar que Morazán está ausente de la poesía que no es dedicada a su figura. Motivo de otro ejercicio reflexivo sería los temas en los que se enfocan los poetas. Es decir, que aún no hemos sido capaces de ver a Morazán y compañía en sus valores, en su esencia, más que en su nombre y su devenir histórico.

Cada poeta nos muestra a un único Francisco, al histórico porque la poesía no habla de lo que no conoce. El héroe centroamericano está ausente de otras latitudes poéticas, temporales y espaciales. No hemos aprendido a invocar a Morazán, Valle, Lempira, Reyes, Cabañas, Molina, Suárez, Moncada, sin decir su nombre.