Columnistas

Tras la firma de la paz de Westfalia (1648), Holanda entró en extraordinario progreso gracias a la hábiles políticas coloniales, comerciales y navieras de sus gobernantes.

El poder inglés, sin embargo, herido de envidia lanza su poderosa marina a atacar varias veces al pequeño Estado neerlandés (1652, 1665 y 1672) y este debe ceder a los británicos, a cambio de Surinam, una de sus posesiones en América, la llamada Neiuw Ámsterdam, luego
rebautizada como Nueva York.

Hacía más de cien años que Pedro de Alvarado fundara San Pedro Sula, pero esta era sólo un villorrio de tránsito entre Omoa y Comayagua, sometido a las férreas leyes monopólicas de España, por lo que nunca pudo alcanzar, ni hoy, siquiera un décimo del desarrollo de aquellas potencias. En 1783, más bien, este reino y la corona de la isla británica canjeaban La Mosquitia por el peñón de Gibraltar, según Troy S. Floyd, y los entornos imperiales se definen y consolidan.

Nadie pudo visualizar, empero, la proximidad de dos enormes conmociones colectivas que traía la marea del tiempo: la independencia de Estados Unidos (1776) y la revolución francesa (1789), ambas en este mes de Julio. En el intríngulis tuvieron que ver mucho los conceptos de práctica religiosa, que modelaron a la sociedad del orbe, pues mientras los católicos aseguraban que la pobreza era castigo de dios por el pecado original, y que debías aceptarla con todas sus miserias y desencantos, los seguidores de Calvino consideraban a la riqueza, más bien, como bendición del Señor, y de allí el veloz avance del capitalismo en sus áreas de influjo.

De la misma manera, los colonos que ocupaban Norteamérica sintieron que la monarquía inglesa pertenecía al pasado y que había que construir una nueva nación libre, modélica e independiente, por lo que se rebelaron y combatieron con denodado ardor en contra de tal forma de clásica dictadura.

En Francia, más delante, si no hubiera sido por la obra de valiosísimos intelectuales que desenmascaraban y denunciaban los vicios y corrupción del antiguo régimen jamás el pueblo hubiera adquirido conciencia y echádose a las calles para derrumbar la tiranía.

La palabra de los pensadores contribuía a edificar desde el corazón de la sociedad; la voz de los filósofos rompía la costra de ignorancia y superstición con que había sido arropado el ser humano por siglos, la que hacía creer que el destino proviene de una fuerza superior y no de la propia inteligencia creativa y subversiva.

Hubo algo de caos entonces y después, obvio, fueron destruidos palacios y mansiones, incendiados cuarteles, arrasados los vestigios de la realeza, pero las que luego se alzaron como naciones modernas tienen mucho de ejemplares, a pesar de sus pecados modernos.

La naturaleza obedece a mecánicas fijas y sólo la altera la voluntad del hombre, díganlo si no los experimentos genéticos. Pero la mente es evolutiva, ancho jardín del tamaño del cosmos, donde se siembran para florecer ideas insanas o voluminosas ansias de transformación.

Los hormigueros y las colmenas son los mismos desde hace milenios, las comunidades del planeta no porque la necesidad de superación mina siempre al estatismo. Estatismo es el retraso, lo ultra conservador, el cachurequismo y la reacción.