Columnistas

Liderazgo fallido

Honduras vive una sequía histórica en cuanto a su inventario de líderes nacionales. El clamor por surgimiento de hombres y mujeres de altas calificaciones en todos los campos de la actividad política, económica y social, es abrumador.

Nunca habíamos observado un pueblo entero desorientado, buscando a quién encargarle la conducción de la nación para que resuelva el enjambre de problemas que agobian al país. La eterna esperanza de encontrar en los partidos políticos esas figuras saludables, capaces de moldear un futuro mejor, se ha esfumado por completo.

Como bien lo decían nuestros antepasados, “ya no se cree en nada, ni en nadie”. ¿Entonces?, si tenemos una Honduras sumida en los más lacerantes niveles de pobreza y miseria, si somos débiles en todos los campos del desarrollo humano y se nos irrespeta en el concierto de las naciones por nuestra vergonzosa dependencia de gobiernos e instituciones financieras foráneas, qué podemos deducir; pues que nos han fallado los custodios, y que los guardianes se han dormido en sus puestos.

En 39 años de este ensayo democrático, que iniciamos en el 80 con una gran fe en un futuro mejor, los hondureños hemos depositado, en diez gobiernos sucesivos, la responsabilidad de sacarnos de estas “honduras”.

Nada o muy poco ha funcionado, no obstante, los enormes sacrificios del pueblo entero. A estas alturas, ya deberían haberse logrado superar los vergonzantes niveles de pobreza, miseria, incultura, insalubridad, inseguridad jurídica y ciudadana que nos caracteriza.

Al contrario, parece que en la medida que corre el tiempo, esos privilegiados grupos que han ostentado legal y legítimamente (algunos) el poder, y no digamos, aquellos que lo han usurpado violentando la más sagrada norma de convivencia ciudadana, como es nuestra Constitución Política y las leyes, casi todos, han fracasado; peor aún, con sus pobres decisiones y sobre todo por la corrupción galopante, han empeorado los indicadores de desarrollo con los cuales se nos mide y compara con los demás países del primer o segundo mundo.

Solo como ejemplo, el ingreso de un hondureño comparado con el ingreso promedio de un vecino guatemalteco o salvadoreño, apenas alcanza la mitad de estos. ¿Qué excusa cabe?, ninguna, tenemos todo o más que ellos para estar igual o mejor.

Sin embargo, (con las honrosas excepciones), a nadie parece importarle un pepino que se nos llame pordioseros, pedigüeños, corruptos, narcotraficantes y otros calificativos peyorativos; antes bien, somos expertos en disfrazar resultados negativos; en inventar excusas por todas las metas que nunca podremos alcanzar.

Qué pena tener que escribir con tanto pesimismo y tanta frustración; y saber que estas mismas palabras y sentimientos son compartidos en silencio y con mucha resignación por miles de compatriotas. Sin embargo, ese gemir de todo un pueblo, se pierde en oídos sordos de dirigentes con mentes obtusas impregnadas de soberbia.

Por otro lado, en ojos ciegos de las elites académicamente formadas que se nieguen a ver la realidad y no se involucran, porque “ellos son limpios y la política es sucia”, pero la verdad es que siempre esperan que otros sean los que les arreglen las cargas.

Es hora de encontrar nuevos liderazgos patriotas; virtuosos, capaces, honrados en todo, calificados y conscientes de la responsabilidad para construir la armonía social y brindar la solidaridad y respeto que le deben a un pueblo desesperado por encontrar esos caminos de paz, que conduzcan a esta empobrecida nación a niveles superiores de bienestar general.