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¿Están verdes las uvas?

Cuando alguien culpa a las circunstancias de sus fracasos, sin reconocer su incapacidad para lograr los objetivos propuestos, se comporta como la hambrienta zorra de la fábula de Esopo que al no poder alcanzar los racimos de uvas que colgaban de una parra, se alejó del lugar farfullando entre dientes que estaban verdes.

Con frecuencia escuchamos a autoridades y voceros institucionales excusarse de sus pobres o insuficientes logros mientras se quejan de la pesada herencia que recibieron de sus predecesores. Lo hacen quienes se señorean en las más altas magistraturas hasta los engrandecidos jefecitos de una pequeña unidad administrativa, todos amigos de justificaciones que arguyen “precariedades” presupuestarias anuladoras de sus capacidades operativas en las empresas confiadas, pero no de las quejumbres pautadas en medios de comunicación ávidos de publicar sus “desgracias”.

Hay otros que, a pesar de las complicaciones encontradas, ponen “manos a la obra”, haciendo lo que pueden con lo que tienen, informando desde un principio y sin lamentos, cómo y en qué situación estaban los recursos disponibles, explicando con claridad los retos que enfrentarán y las metas que han proyectado para retribuir la confianza empeñada en ellos. Hablan de resultados a obtener, de esfuerzos por hacer, de apoyos necesarios.

Los primeros se quejan y desestiman iniciativas. Los segundos proponen e invitan a colaborar. Aquellos inventan mil y un pretextos, reaccionando visceralmente ante la crítica, mintiendo con cifras, estadísticas y medias verdades en pose doctoral, culpando a quien sea para explicar su nimio desempeño; mientras los otros aceptan errores, escuchan críticas, no esconden números, enmiendan y construyen, sin dejar de reconocer el origen de cualquier buena idea y los aportes de su equipo.

No escapa de esta lógica oficial nadie que viva en el país, sea que se desenvuelva en el ámbito privado o de la sociedad civil, tampoco quienes analizamos la realidad y la interpretamos para consumo propio o ajeno. Los hay quienes buscan echar la culpa de todo a los demás o a uno solo, sin asumir su propia cuota de responsabilidad, y quienes se saben parte del problema y de la solución.

En un país como el nuestro, que debe superar los complejos problemas que arrastra desde hace tiempo, la actitud de la zorra que se alejó malhumorada del parral por no haber podido saciar su hambre es inaceptable. La pobreza e inequidad acumuladas tras décadas de latrocinio y malas decisiones obliga a hacer lo que se puede con lo que se tiene, asumiendo con valor, sinceridad y energía los desafíos colectivos. Sin sentirnos dueños de la verdad ni de la última palabra…

¿Puede usted reconocer a su alrededor quiénes acostumbran a decir que las uvas
están verdes?