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¿Justicia social sin liderazgo?

A lo largo de la historia ha quedado demostrado que no puede haber paz sin justicia social. Ciertamente, todos los hondureños anhelamos vivir en paz, pero no todos estamos dispuestos a dar la cuota que nos corresponde para lograrlo, o muy probablemente no ha habido quien ejerza esa influencia y guía que nos permita a los hondureños hacer un alto a las injusticias que nos han robado esa paz.

Si queremos la paz en Honduras no debemos ni podemos dejar, ni por un momento siquiera, tener como meta alcanzar una mayor justicia social. Constantemente leemos o escuchamos hablar de “justicia social”, sin reflexionar a profundidad lo que este concepto significa y las acciones que conllevan el alcanzarla.

No puede haber justicia social en un país en donde no se valora al ser humano en toda su dimensión; en donde no hay trabajo y las familias no tienen un ingreso para satisfacer sus necesidades más elementales; en donde los niños no reciben la educación que les podría ofrecer oportunidades en su vida; en donde la gran mayoría de la población no tiene acceso a servicios básicos de salud; en donde llegar a la vejez es un castigo por la carencia de un sistema de seguridad social más equitativo; en donde la corrupción ha impedido una justa distribución de la riqueza ante la indiferencia o complicidad de las instituciones encargadas de impedirlo; esto, solo por mencionar algunas de las múltiples carencias que a diario viven la mayor parte de los hondureños.

La justicia social y, por ende, la paz, se construyen con acciones que conlleven a la convivencia dentro de un ambiente de libertades, de respeto a la dignidad del ser humano, donde exista un orden social, institucional, administrativo y solidario que busque siempre y sin cesar el bien común. Esto último, buscar el bien común, exige visión, conocimiento, fortaleza, capacidad, solidaridad, desprendimiento, voluntad y humildad, es decir, requiere de humanidad.

Sin duda alguna, y como todo en esta vida, moldear una sociedad para construir la paz y el desarrollo con justicia social necesita de la dirección, guía, visión y emprendimiento de un liderazgo genuino.

La lectura de la situación actual del país nos está diciendo a gritos que existe un enorme vacío de liderazgo en Honduras. Muchos podrán decir que sí los hay, pero porque tienen una idea completamente errónea de lo que significa ser líder y, por consiguiente, no tienen en cuenta las características que deben distinguir a un líder de los demás.

Un verdadero líder inspira a los demás, tiene convicción y es capaz de guiar a toda una sociedad a tomar acciones que acompañen su visión voluntariamente, porque quienes la integran tienen la seguridad de que con ello tendrán la oportunidad de alcanzar metas, sueños o, al menos, mejores condiciones para todos.

El acompañamiento a un líder se produce únicamente cuando este despierta confianza por su integridad, predica con ejemplo, respeta a los demás, es humilde, convence en lugar de imponerse. Un verdadero líder tiene atributos y virtudes propias, genuinas, que son capaces de generar un magnetismo natural que le permiten tener una influencia positiva en el pensamiento y accionar de los demás. Solo un verdadero líder puede lograr la cohesión social que se requiere para que un país deje a un lado la injusticia y la miseria, para dar paso al diseño de una ruta que lo lleve a un desarrollo con justicia y mayor equidad. Solo un verdadero líder puede lograr que la ciudadanía, a través de su acción individual o colectiva, construya los cimientos para una justicia social verdadera y duradera.

Están equivocados los que piensan que un líder amerita acompañarse del poder del dinero, las armas o discursos impregnados de mentiras. No son líderes los que tienen que refugiarse en leyes oscuras y buscando únicamente proteger sus propios intereses. No pueden llamarse líderes quienes no tienen tolerancia y no escuchan a aquellos a quienes pretenden dirigir o a quienes pretenden convencer de que están equivocados. De ninguna manera son líderes aquellos que ponen en primer lugar sus privilegios individuales o de grupo, dejando a un lado los principios éticos y morales. Jamás serán líderes quienes compran voces y voluntades, tratando con ello de disfrazar una realidad que es innegable, palpable y que lamentablemente sufre a diario la inmensa mayoría de nuestros compatriotas como la corrupción de toda forma y fondo, pérdida de la soberanía, migración, desempleo, pobreza, miseria, hambre, enfermedad y muerte. No queremos ni necesitamos esa clase de “líderes”. Honduras necesita más que nunca del concurso de los buenos hondureños. ¿Será posible alcanzar la justicia social y la paz sin un verdadero liderazgo? Queda planteado

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