Columnistas

Activismo estudiantil

Una combinación de idealismo y compromiso ha motivado al estudiantado, de distintos niveles y países, al abandono momentáneo de sus aulas para participar en los grandes debates y temas que han afectado a sus respectivos países.

En el nuestro, la propuesta del padre Reyes al presidente Lindo de transformar la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto -fundada en 1845- en universidad fue secundada por varios de sus alumnos: Máximo Soto, Alejandro Flores, Miguel Antonio Rovelo, Yanuario Girón, Pedro Chirinos.

Así, se transformó en Academia Literaria de Tegucigalpa (1846) y Universidad del Estado de Honduras (1847). En 1903 los estudiantes de la Facultad de Medicina y Cirugía decidieron cerrar las aulas, excitando a los docentes a que renunciaran de sus cargos, reaccionando el gobierno del presidente Manuel Bonilla con su clausura, reabriéndose en 1910.

La lucha por el otorgamiento de la autonomía universitaria data de 1929, año en que se fundó la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras. Durante la administración Carías nuevamente fue clausurada la Facultad de Medicina, al igual que el primer curso de la Facultad de Derecho, en 1944, año en que ocurrieron manifestaciones cívicas exigiendo la renuncia del gobernante y la liberación de presos políticos, siendo la respuesta oficial la masacre indiscriminada en San Pedro Sula, con decenas de víctimas. La agitación estudiantil contra el gobierno de facto de Lozano contribuyó a su debilitamiento y eventual derrocamiento por el Ejército (1956).

Desde Estados Unidos a Chile, la presencia estudiantil en acciones protestarias ha estado presente. En el primer país, la Guardia Nacional mató a cuatro estudiantes de la Universidad de Kent, Ohio, (1970) que demandaban el fin de la intervención
en Vietnam.

Miles de estudiantes, antes y después de este hecho, en plazas y calles, exigieron el retorno de las tropas en el sureste asiático. A los valores culturales predominantes contrapusieron
la contracultura.

En Cuba, el estudiantado participó activamente en la resistencia contra la dictadura de Batista, igualmente en Nicaragua en rechazo a la dinastía Somoza. Sectores radicalizados estudiantiles empuñaron las armas y derramaron su sangre en esas
históricas gestas.

En Argentina, los universitarios de Córdoba lograron implementar la democratización de la enseñanza superior (1918), aspiración que se propagó a otras naciones hispanoamericanas.

En Chile, fueron los estudiantes de media (los “pingüinos” por el color del uniforme) los que en las calles exigieron el fin del sistema educativo, autoritario, oneroso, implantado por la dictadura pinochetista. La masacre de estudiantes en la ciudad de México, Plaza de Tlatelolco (1968), ordenada por el presidente Díaz Ordaz, representó un baño de sangre que, hasta hoy, permanece en la impunidad. Así, la generosidad, solidaridad y militancia estudiantil ha sido factor contribuyente en la forja de sociedades democráticas, participativas e incluyentes tanto en América como en el resto del mundo. Han concluido que, además del estudio y la investigación, formativas de su profesionalidad, no pueden permanecer indiferentes y al margen de las conmociones que afectan a sus respectivas naciones.