Columnistas

Somos tierra fértil para el hamparte

Comienzo a escribir este texto e inmediatamente el autocorrector de mi procesador de texto me marca en rojo una de las palabras del título. La agrego sin dudarlo al diccionario, aunque la Real Academia Española se tarde un par de años en hacerlo, lamentable
burocracia lingüística.

La palabra hamparte, demasiado nueva, nació como otras tantas en el Internet, pero no se trata de un jueguito banal creado por allí, es un asunto serio. Quizá en nuestro microcosmos hondureño el mercado del arte es muy primitivo, y de hecho dudaría de la existencia de un verdadero mercado del arte, y ese es un punto clave para entender el hamparte, porque tiene mucho que ver con los precios exagerados y absurdos de obras que tienen poco o ningún valor estético. Antonio García Villarán es un artista plástico y poeta (he tenido la gracia de leer sus poemas) que ha demarcado el arte del hamparte, que considera está en un grado inferior al arte.

Se caracteriza por la obra fácil, sin discurso ni transmisión de nada en absoluto, por la producción en serie más propia de la artesanía y, sobre todo, por un mercado que parece no tener otro criterio que la
fama del artista.

El concepto calza con los artistas posmodernos, que valorizan su obra en el discurso y no en una verdadera composición estética. Aparecen las aspiradoras a mitad de la exposición, el carrito con los instrumentos de limpieza, el lienzo con un punto rojo en el centro y la ruptura intencional de este, la pintura llena de simples manchas o los performances que no tienen más valor que el discurso.

Uno de los valores que nunca le debe faltar al arte es la innovación y es, a la vez, lo más difícil de hacer, innovar a la vez que decir algo importante para el ser humano sin dejar por supuesto de aspirar a la belleza. Y aunque vivimos prácticamente fuera del mundo del mercado del arte, sí puedo decir que me he tropezado aun en la pobreza cultural de la ciudad con obras de arte que bien podrían ser calificadas de hamparte.

De la literatura, más la poesía que la narrativa, aunque hasta el momento no se ha referido nadie a ella dentro del hamparte, también puedo decir que me he hallado con un par de versos hampartistas, sobre todo los contaminados por ideologías políticas.

La poesía debe considerar a todo elemento que no sea estético como una contaminación ya sea de ideología de género o ideología política. Se ha llegado en algunos momentos al panfletismo. Somos un pueblo estéticamente engañable, cualquier discurso rimbombante que parezca propio de un sabio crítico de pintura, de cine, de literatura nos puede poner en una situación de desventaja.

Quizá no compramos arte con dinero porque no lo tenemos, pero sí compramos arte visitando los museos, los sitios de internet y, sobre todo, compramos arte estratificando al autor, dándole un nombre
y una fama.

Carecemos de formación en la valoración del arte, de pensamiento crítico, somos el abono ideal para el hamparte y los hampartistas. Se nos puede poner en la galería un hombre a orinar, como ha pasado ya, y nos la pueden vender como arte. Basta con que un crítico importante lo valore como bueno para que tenga su pasaporte hacia el estrellato. Tal vez el mundo ha malentendido cuando escucha que cualquiera puede hacer arte, sí, cualquiera que aspire a la belleza, innove y tenga un discurso importante sobre el hombre.